inesmariaPor Helen Hernández Hormilla

El feminismo cubano despidió hace pocas semanas a una de sus más relevantes investigadoras y activistas. La noticia de la muerte de Inés María Martiatu Terry (1942-04/07/2013), Lalita para las personas cercanas, conmovió a quienes defienden en la isla caribeña el derecho a la equidad de género y racial.

Para luchar contra la discriminación, Lalita se sirvió de la investigación cultural e histórica, tanto al analizar el teatro, la literatura o el cine cubanos, como en su papel de comunicadora en la radio, la televisión y las revistas artístico-literarias.

Varios libros de ensayos, prólogos y recopilaciones integran una obra indispensable para comprender la presencia de las identidades raciales en la literatura cubana.
En los últimos años se lanzó al ciberespacio como autora de los blogs Inés Maria Martiatu. Literatura afrocubana y Afrocubanas, para desde allí incidir en la que sería una de sus incansables demandas: el reconocimiento de las mujeres negras en todos los terrenos de la vida social e intelectual.

Para ello compiló, junto a la historiadora Daisy Rubiera, el volumen Afrocubanas: historia, pensamiento y prácticas culturales (Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2011), cuya publicación motivó a la mayoría de sus autoras a fundar el grupo Afrocubanas, que une feminismo y antirracismo.

La familia mestiza de profesionales, regentada por la abuela y la tía abuela, unida a las múltiples lecturas y la experiencia de vida en Centro Habana, uno de los barrios más populares de la capital, incidió en la mirada cultural abarcadora que caracterizó a sus investigaciones.

Estudió piano hasta el bachillerato y en 1960 se integró al Seminario de Etnología y Folklore del Teatro Nacional de Cuba, donde adquirió conciencia y vocación por reivindicar la herencia de su raza.

Se graduó como historiadora en la Universidad de La Habana y formó parte de grupos asesores y académicos de importantes instituciones culturales como el Instituto Superior de Arte, la Fundación «Fernando Ortiz» y el Consejo Nacional de Artes Escénicas, entre otros. Trabajó también como periodista, editora de cine, asesora teatral y crítica de arte.

Su vertiente narrativa resulta entre las menos conocidas, aunque logró publicar los libros de cuentosAlgo bueno e interesante (1993) y Over the Waves and other Stories (Sobre las olas y otros cuentos), publicado por la University of Chicago Press en 2009.

Una de sus alegrías recientes llegó con la mención obtenida en el Premio Casa de las Américas, en 2012, por ¿Y las negras qué? Pensando el afrofeminismo en Cuba, un estudio sustentado en sólidas bases teóricas, que hasta su muerte continuaba profundizando.

Desde la silla de ruedas, en la cual se desplazó por años debido a su artritis crónica, y a pocos pasos del teclado que atestigua el esfuerzo con que fueron escritas cada una de sus páginas, Lalita compartió con SEMlac reflexiones sobre su vida, obra y labores de activismo.

En esta, tal vez su última entrevista, defendió el feminismo como una postura de vida que aspira a la dignidad plena de la especie humana.

¿Cuándo adquirió conciencia de la discriminación?

Ya de adulta, porque en mi infancia no afronté esos problemas. Durante la etapa escolar tuve muy buenas profesoras y, aunque todas eran burguesas, yo tenía el uno para todo. No sentí nunca que me discriminaron por mi color de piel, aunque sí sabía lo que significaba, porque mi familia hablaba de eso. Mis primas eran parte de un comité contra la discriminación racial en la universidad y mi padre trataba de incentivarnos a mi hermano y a mí la necesidad de estudiar porque éramos negros. En lo social, ya estábamos aparte, pero en lo profesional podía ser distinto, aunque viviéramos peor que los blancos.
En fin, sabía que tenía que luchar para salir adelante porque, por ejemplo, en las tiendecitas de mi barrio, una muchacha blanca con sexto grado podía trabajar, pero yo no, aunque tuviera mejores estudios. Para que me respetaran tenía que estar preparada.

También hoy se mantiene cierta discriminación racial, que en el caso de las mujeres se duplica por las inequidades de género.

Son prejuicios muy arraigados y, aunque después del triunfo de la Revolución, con la Campaña de Alfabetización, existió una apertura muy grande, creo que se ha retrocedido en ciertos aspectos. No sé si ahora mismo a Sara Gómez (1) y a mí nos hubieran aceptado en el ICAIC (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos).

Ese fue mi primer trabajo y allí me mantuve nueve años como asistente de edición. Aunque no había tantos prejuicios contra los homosexuales, no sucedía lo mismo con las mujeres porque era un mundo de hombres. Fíjate que, cuando Sara Gómez tuvo a su primera hija, no le otorgaron la licencia de maternidad porque pertenecía al área artística y su contrato no contemplaba que pudiera parir. A pesar de eso, ella logró dirigir su película que, por mucho tiempo, fue el único largometraje de ficción de una cubana.

¿Era feminista desde entonces?

Sí, era medio feminista desde que leí El segundo sexo, en el bachillerato, aunque para mí esa fue una experiencia más bien literaria.

Los cuentos de su libro Sobre las olas tienen como protagonistas a mujeres negras, pero no en los espacios en que tradicionalmente se les representa, como subalternas con respecto a las blancas. ¿Le interesó cambiar esa imagen?

No solo sucede en la literatura, también en el teatro las mujeres negras aparecen casi siempre en posición folclorista o costumbrista. Pero lo que yo escribo está relacionado con la gente de mi familia, con las personas que he conocido, con las historias que oí en mi casa, tanto de ahora como de otros tiempos.

No obstante, en su obra existe una necesidad de visibilizar a las profesionales negras.

Más que eso, creo que tengo un compromiso con esas mujeres, porque siento que debo transmitir su legado. Son las historias de mi abuela, de mis tías, de mi madre, que fueron mujeres negras o mestizas, pero también profesionales y autónomas.

¿A qué se debe que la situación de las afrocubanas no esté suficientemente representada en la literatura nacional?

Es verdad que en la narrativa no están suficientemente representadas. En la pasada década del sesenta, que es el segundo momento importante en cuanto al reconocimiento de las culturas negras en Cuba, solo en la poesía las mujeres negras alcanzan una representación relevante. En esta época surgen tres poetisas negras importantes: Nancy Morejón, Georgina Herrera y Exilia Saldaña.

Pero en la narrativa son muy pocas, por múltiples razones. Este ha sido un proceso lento y no siempre se conocen las relaciones entre los hechos que confluyeron en él. Es quizá algo acumulativo y solo ahora ha llegado el momento para que las narradoras negras comprendan que tienen que expresar su propio mundo. Tenemos necesidad de visibilizar no solo a las escritoras negras, sino las temáticas que trabajan.

En la actualidad, existen narradoras jóvenes que he podido ir rastreando como Yohamna Depestre, Yusimí Rodríguez, Analbus Crespo, Thais Guillén. Algunas trabajan el tema de los ancestros negros y chinos, de las familias disfuncionales, la pobreza, la familia o la violencia sexual, entre muchos otros.

No obstante, siguen siendo poco conocidas.

Ellas han ido apareciendo en algunas antologías, pero por lo general muy pobremente. No están en el canon. La obra de Teresa Cárdenas (2), los testimonios de Daysi Rubiera (3), mis propios cuentos que se estudian en el extranjero y los trabajos de narrativa de Geogina Herrera han marcado una pauta en este sentido. Es cierto que a muchas no les han dado premios, que a otras no las han publicado, pero han ido apareciendo.

Yo estoy preparando la antología El que más mira menos ve. Raza y narrativa femenina en Cuba, en la que he reunido más de 20 narradoras. Mi propósito es visibilizar también su mundo, la manera en que entienden la raza. Por eso no quiero trabajar solo con las negras ni con las de una generación específica, sino abarcar el asunto de manera panorámica. Todo este trabajo me ha demostrado que sí hay escritoras negras, solo debemos buscarlas.

En una entrevista que me realizó la bloguera Sandra Álvarez, en 2007, hablé bastante de este tema y después decidí no quejarme más y tomar acciones. Ese mismo mes abrí el blog Afrocubanas, gracias a la ayuda de varias amigas que lo manejan por Internet. Quería algo que nos sirviera para reunirnos y varios de los trabajos publicados allí estuvieron después en el libro homónimo. Ahora nos hemos convertido en un grupo de mujeres creadoras y tenemos la intención de trabajar estos temas, impartir varios talleres y realizar otro tipo de proyectos editoriales.

¿Cuánto difiere el estereotipo de la feminidad concebido desde la mujer blanca (pasiva, delicada), con la experiencia de las mujeres negras?

La mujer negra vino de esclava, así que ya no puede ser delicada. Eso de que las mujeres tienen que ganar el espacio público no vale tampoco para las negras porque ellas siempre tuvieron que trabajar. Incluso la misma Condesa de Merlín (4), en su libro Viaje a La Habana, decía que en las calles del siglo XIX se veía a las mujeres negras y no a las blancas. La mujer blanca tenía quien la mantuviera, pero la negra, por lo general, tenía que trabajar para sostenerse, no importa si era casada o no. O sea, que la posición de ellas en el hogar no es la del adorno.

¿Cuánto aporta el afrofeminismo a la realidad cubana y a las necesidades de sus mujeres?

Primero conocer su historia, su cultura. La historia de feminismo en Cuba no está completa si se excluye a las afrofeministas, a las negras. Una afrofeminista estadounidense, Patricia Hill Collins, dice que en el afrofeminismo lo más importante es la recuperación de la herencia africana, la actuación contra los prejuicios y la ruptura de los estereotipos. El afrofeminismo surgió en África y llegó aquí en el primer barco negrero. Esas mujeres tuvieron una beligerancia tremenda en toda la época de la esclavitud. Las que estaban cortando caña, vendiendo en las calles, las que llegaron a ser clase media.

No creo que el feminismo cubano tenga 100 años porque ese es un feminismo de élite, de mujeres burguesas y cercanas al poder. En ese sentido, el caso de Cuba es excepcional, porque los partidos de izquierda y el movimiento sindical tuvieron mucha participación de mujeres negras y mestizas que luego entraron en el movimiento feminista cuando este se democratizó, después de la Segunda Guerra Mundial.

¿En la actualidad se mantiene esa división?

La división la crearon las blancas, excluyéndonos y discriminándonos históricamente. Pero hoy muchas de las que hablan de feminismo en Cuba siguen siendo blancas y se publican pocas obras de las negras. Por otro lado, estamos las Afrocubanas, un grupo de mujeres vinculadas a las ciencias sociales que trabajamos estos temas. También las raperas, las que hacen spoken word (5)(palabra hablada) y una nueva poesía negra popular ligada a la música, que tiene mucha fuerza porque habla de la droga, de la violencia contra la mujer, de los estereotipos, de la moda y se ha hecho fuerte en los barrios, en las peñas, conciertos masivos, etc.

¿Hay posibilidades de integración?

No creo que esa sea la palabra. Creo más en la convivencia. Los teóricos de la crisis que comenzó en los setenta del pasado siglo, como Agustín Laó-Montes, señalan como una de las características la pérdida de la hegemonía de las llamadas civilización y cultura occidentales y «universales». Cada etnia, cada pueblo, tiene derecho a expresarse como tal. No por gusto hay un presidente indígena que se expresa como tal, ni tantas presidentas. Esto no es solo en América Latina y el Caribe, sino en todas partes.

Convivencia y respeto son las palabras que repito siempre. Es el imperativo de los pueblos que no quieren volverse «civilizados», sino que buscan su espacio y ser ellos mismos. No por gusto varios países se han declarado estados multinacionales y multiculturales. Creo que en la actualidad debemos volcarnos a la comunidad y tratar de que la teoría sirva para algo, también dentro del movimiento feminista.

(1) Primera mujer que dirigió un largometraje de ficción en Cuba, con De cierta manera (1973), producido por el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos. Fue una de las mejores amigas de Lalita desde su etapa en el Conservatorio y siguieron vinculadas durante toda la vida.
(2) Narradora cubana, con varios libros infanto-juveniles, entre los más destacados Perro Viejo, Premio Casa de las Américas.
(3) Historiadora y narradora cubana. Autora de varios libros de testimonio como Reyita, sencillamente, Mención del Premio Casa de las Américas, 1996.
(4) María de las Mercedes Santa Cruz y Montalvo, Condesa de Merlín (1789-1852) es considerada la primera narradora cubana. Su libro Viaje a La Habana (1844) fue publicado en París y en España, compuesto por cartas que describían los modos de vida en Cuba como colonia española.
(5) Poesía hablada, un género característico de la cultura hip hop y del cual emergen muchos de los cuestionamientos sociales de grupos marginados, en especial las personas negras y las mujeres.

Tomado de SEMLAC

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