Festival de Teatro: Chupito de poesía cubana


«Una noche cubana, remedio para la nostalgia,
que activa la circulación de los versos por nuestras venas».

Con la edición Ktorce del Festival Internacional de Teatro de La Habana han llegado a nuestra ciudad más de treinta propuestas escénicas internacionales, que han venido a mostrar al público cubano los modos de hacer teatro más allá del Caribe.

En un espacio singular, cuyo sitio es el Café Teatro Bertold Brecht, transcurrió la alabanza que, desde las artes escénicas, propone Compañía Estable XelArteel. Con el objetivo de lograr un cambio social, escogen alabar a la poesía cubana aquí mismo, en la ciudad que les sirve de origen y destino…

Dos actrices y un músico nos administran esta suspensión llena de poesía, a partir de lo que ellos saben hacer: el arte teatral. Para eso nos advierten: «El chupito es intuitivo, colectivo, espontáneo y lúdico». Poetas excelsos de la literatura cubana han sido escogidos con tal intención, sus poesías se convierten ahora en textos dramatúrgicos.

Los efectos de los chupitos, esos corticos que las protagonistas brindan entre sí y al público, son múltiples y le devuelven a quienes los comsuman el encanto por la vida, esta vez ante la presencia de la danza, la música, el mimo y el audiovisual. Buena idea de Intxizu Bengoa, magistralmente ejecutada por Rocio Mostaza, Gabriela Sánchez y Orlis Pineda.

Para mí, el fin último es cantarle a La Habana, La Habana que parecen amar los tres actores en escena y que se revela toda en los poemas escogidos para la ocasión: «Ayé me dijeron negro…», «Negro bembón», «Mulata», «Si tú supiera…», de Nicolás Guillén; «Las muñequitas pobres», de Fina García Marruz; «La escalera», de Eliseo Diego; «La etapa» y «La parentela», de Lina de Feria; «Yo soñaba en clasificar», de Dulce María Loynaz; «Excusas con S.O.S» y «La obstinada», de Georgia Herrera, entre otros.

A la hora buena, el público sorbe sus propios chupitos, para luego elegir uno a representar, de un librillo que las actrices previamente se encargaban en repartir cuando la gente se peleaba por entrar a la sala. Vaya manera lúdica de interactuar con el público, haciéndonos a todos susceptibles, nuestros «por dentro» serán entonces improvisados, como si nos estuviésemos viendo en un espejo.

Al final nos queda la esperanza de tener más chupitos en próximas ediciones del Festival.

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