Nací con el derecho a votar, a abortar y a decidir que carrera iba a estudiar.

Cuando niña me emocionaba saber que a los 14 podía ser parte de aquella organización que tanto se preocupaba por nuestra vacunación, la asistencia diaria a la escuela, sopena de una visita hogareña que solo pensarla era ya bochornosa,  y por la recogida de frascos vacíos para que fueran depositados en el anaquel de la farmacia.

Más adelante, cuando comencé a vislumbrar la subordinación de las mujeres en el patriarcado e identifiqué cómo se soportaba en el socialismo el ideal de «mujer para los otros», soñé con involucrarme desde el activismo y el pensamiento.

Ahora luego de 26 años de iniciada en la militancia de la FMC, y de reconocer barreras, rutinas pasmosas y alianzas (in)convenientes, suscribo aquellos reclamos que me haría mi nieta, cuando le dijera que en Cuba tuvimos muy buenas intenciones pero:

No se luchó de manera radical contra la violencia de género. No hubo nunca la intención de escribir una ley de género y mucho menos de hacer un uso pertinente de la información científica sobre el asunto y las normas jurídicas puestas en práctica en otros países. Todo se restringió al ámbito familiar y a las relaciones de parejas, se decía. Se pusieron muchos «parches», pero ninguno logró que dejaran de morir cubanas a manos de sus ex-parejas o maridos, como Jenny Montero de Cárdenas, quien fue asesinada por el padre de su hija.

Las mujeres lesbianas no pudieron acceder jamás a técnicas de concepción artificial. Nunca una pareja de mujeres pudo llegar a una consulta de fertilidad o reproducción asistida con el ansia de concebir su bebé. Tampoco ellas se pudieron casar con las mujeres que amaron, ni siquiera inscribir legalmente sus relaciones o como propios los hijos e hijas que juntos tuvieron, porque aunque nunca recibieron el apoyo para gestarlos haciendo uso del sistema de salud pública cubano, ellas se las ingeniaron para tener su descendencia. Y además criaron los hijos e hijas de sus parejas como si fueran de ellas.

No se trascendió el modelo de mujer cuidadora, subordinada a la vida y suerte de los miembros de su familia y mucho menos el esencialismo. Pasión, fragilidad y sensibilidad fueron consideradas esencias de la feminidad. Nos concentramos demasiado en tratamientos de belleza y dietas para bajar de peso y no en como ser feliz con lo que Dios te dio y Orula previno.

Y cuando Fidel nos dio una olla de presión, en pleno congreso de mujeres, ninguna de nosotras se paró a explicarle que la rapidez del artefacto, y por tanto la eficiencia en las labores domésticas, nada tiene que ver con una visión progresista de nuestra incorporación social. No necesitábamos cazuelas, necesitábamos menos patriarcado y más tiempo para nosotras mismas. Si nos quería regalar algo, nos hubiese dado a todas una semana en Varadero con todos los gastos pagos, solo nosotras, sin hijos, hijas o maridos.

Mucho menos logramos que las mujeres negras dejaran de ser consideradas las más calientes en la cama, ni que el racismo estructural cubano las lanzara a vender jabitas en las puertas de las tiendas o mandaran a sus hijas sin desayunar a la escuela. Ante nuestra mirada, muchas orientales fueron regresadas, en aquel tren infame, a los pueblos y ciudades que les vieron nacer, negándoseles la posibilidad de «ganarse la vida» en La Habana. Ellas, al igual que las habaneras, lo único que querían era un futuro mejor para sus hijos.

Pero el colmo fue que fuimos cómplices de que nuestras hermanas las putas, aquellas de los noventa que la (in)sabiduría popular nombró «jineteras», pasaran hasta 4 años de sus hermosas vidas recluidas en unos centros que les aseguraban el cambio, pensaban, pero como me dijo una de ellas: «cuando caes en Villa Delicias más nunca vuelves a ser persona», muy a pesar de que ellas, según la legislación cubana no habían cometido delito alguno. Y creamos listas en los CDR, y levantamos nuestros dedos para juzgarlas, sin valorar que más tarde ellas aportarían tanto al PBI nacional como al bienestar familiar.

Todo esos fueron los temas pendientes de las mujeres cubanas, aun así siempre celebramos cada 8 de marzo con flores y frases grandilocuentes. Y el 23 de agosto y el 1ero de enero y …

8 respuestas a “DISIDENCIAS: El socialismo no es suficiente”

  1. Este artículo es realmente impresionante!
    YO últimamente estoy leyendo mucho acerca de la verdadera cultura cubana, y me ha intrigado con lo que estoy aprendiendo de realidad socio-cultural del pueblo de esta isla del Caribe. He llegado a sentir que el objetivo de la población cubana, es tener acceso a la política, es situar la justicia social sobre la base de la política democrática, universalizar los derechos de ciudadanía y promover independencia personal, social y nacional.

    Felicitaciones por el excelente texto, donde brilla un sentimiento muy profundo!

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    1. Muchas gracias. Ese texto lo escribi, como decimos en la Isla, con el corazon en la mano. Abrazos!

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  2. Una mujer tiene todo el derecho a vivir una igualdad cultural, social y económico!

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  3. ¡Excelente artículo Sandra! Has hilvanado con magistral elocuencia y sentimiento problemas diferentes que han afectado a las mujeres cubanas. Me ha emocionado ver que recordaste a Jenny Montero de Cárdenas, gracias por eso y gracias por ser la vocera de una agenda pendiente.

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    1. Tranqui amigui, a mi me da tanto dolor esas cosas que pasan en nuestra tierra amada, ya sabes.
      Abrazos miles!

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  4. Ese es el problema del marxismo: que todo lo reduce a problemas económico-estructurales y poca importancia le da a la cultura. Por ende, según este discurso, una vez acabado el capitalismo, acabados los problemas de todo tipo. Pero no, lamentablemente, en nuestro mundo hay mucho más que problemas económicos, como la discriminación de género, el racismo, y eso no cambia repentinamente con la abolición de un sistema económico. Eso supone un cambio cultural, un cambio en la mirada y en la forma de relacionarnos con los/as otros/as. He conocido varios hombres machistas de izquierda, de hecho. Sí, luchan por los derechos económico-sociales de la gente, pero el patriarcado, intocable!! Interesante tu artículo. Saludos!

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    1. Gracias por pasar por aca. Coincido loo% con Uds. No hay nada más peligroso que un machista o sexista de izquierda

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