negra cubana tenía que ser

No debe ser una casualidad que CISNE* y yo hayamos llegado a esta ciudad casi al unisono.
Cuando puse mis pies en la capital de Niedersachsen, nunca pensé que los sueños de un grupo de amigos me ayudarían sobremanera a anclarme a mi tierra.
Llegué un 16 de febrero. Traía a cuesta mis 39 años tropicales e isleños. También la música de mis ancestras yorubas y las ganas de seguir riendo. Pero tenía además una barrera, la más pequeña y rotunda a la vez, aquella que se manifiesta cuando enmudeces ante las palabras de los otros.
Mi psiquis salía corriendo ante la impotencia de no poder hablar en la lengua de mi madre, de mi abuela, de mis hermanas. Era una situación sin par, nunca antes vivida por este ser procedente de la Isla musical.
Aplatanarse al frio climático fue más fácil que asumir aquel que proviene de personas socializadas en otros modos y principios. Necesitaba Cuba, Latinoamérica y también mi español cubanizado.
Ahí estuvo CISNE, para decirme que cuando se migra una condición tan fortuita como hablar un mismo idioma puede convertir en una marca de identidad que exhibes con orgullo y que, a partir del momento en que pisas otra tierra, pasará constituir esencia de tu vivir.
Pero CISNE fue también muchas otras cosas, la más importante: que otras personas recién llegadas, pudiera recibir ese calor que la gente de Hispanoamérica no reprime y al mismo tiempo nostalgias, querencias y preguntas hallasen una solución loable.
Repito: CISNE Hannover y yo llegamos al mismo tiempo a esta ciudad, yo le debo mucho, tanto que por momentos somos lo mismo. Ya lo dijo el poeta: …“y en la calle codo a codo somos mucho más que dos.

*CISNE: Colectivo para la integración de Nuevos Emigrantes