Permítanme presentarnos:
La primera a la derecha, la pequeña, es Regla Dayamí Armenteros. Ella es diputada a la Asamblea Nacional de la República de Cuba; hasta hace poco fungió como gerente general del Grupo Empresarial Cubanacán y del Hotel Los Caneyes, de Santa Clara, y en estos momentos es la nueva Delegada del Ministerio del Turismo (MINTUR) en la provincia Villa Clara. A su derecha, le sigue el señor Román Muñoz Sánchez, licenciado en Economía y Especialista en Compra y Venta del Ministerio de Comercio Exterior, con una trayectoria impresionante como dirigente durante toda su vida. Luego, está mi hermana y colega Bolivia Tamara Cruz, periodista de la emisora Radio Progreso y de Telecubanacán, una mujer extraordinaria en todos los sentidos. Y por último, yo, graduado en la Universidad de La Habana en Periodismo y Comunicación Social, estuve al frente del Comité de Base de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), en el periódico Vanguardia de Villa Clara donde laboro, y desde el 2008 funjo como editor jefe de la página cultural de esa publicación.
Ninguno nacimos en cuna de oro. Logramos todo con nuestro esfuerzo, trabajo e inteligencia. Nadie nos regaló nada. Alcanzamos nuestras metas por nosotros mismos, sin olvidar, ¡nunca!, el apoyo de nuestros padres y familia. Y sí, los cuatro somos negros. ¿A qué viene todo esto?

Solo envío este mensaje para aquellos que aún, en este siglo, poseen pensamientos retrógrados con respecto a las personas de «raza negra». Esos que, parafraseando al gran Bob Marley, le dan más importancia al color de la piel que al color de los ojos. No quiero hacer, en lo absoluto, una apología a los negros, ni filosofar sobre el racismo. Solo invito a (re)pensar a quienes aún sostienen el concepto de que tener mayor cantidad de melanina en la piel, en fin que ser negro, es sinónimo de mediocridad, servilismo, desprecio, incapacidad y fracaso.
No estamos donde estamos, ni somos lo que somos por consideración de nadie, ni por cumplir «parámetros» orientados por el gobierno para darle posibilidad a los de «raza negra». Aunque sería ingrato e hipócrita negar que no le debamos nada a la Revolución Cubana. Sí, le debemos, ¡y mucho!, pero un sistema por sí solo no logra éxitos personales en mujeres y hombres.
Alguien dirá que el sistema no tiene nada que ver, si de esfuerzos propios se trata. Puede ser cierto, pero tampoco puede negarse que las posibilidades no serían las mismas si aún en el parque Vidal de Santa Clara los negros estuviesen obligados a transitar por fuera en la calle, los mulatos por la acera y los blancos por la amplia y acogedora área interior del parque.
No obstante, sistemas político-sociales a un lado, lo importante es que se puede lograr cosas en la vida más allá de pieles, religiones, ideologías y géneros; que se puede ser grande, aunque seas pequeño (ejemplo, Regla Dayamí); que se puede alcanzar lo que uno se proponga aunque bocas venenosas te digan mil veces que NO lo lograrás.
Si aún alguien tiene dudas, le invito a dialogar con cualquiera de nosotros. Pero, por favor, cuando conversemos, no nos mires a la piel; tan solo míranos a los ojos.