Juraría que la mayoría de los músicos cubanos están formados en las escuelas. Me la paso explicando que en Cuba toda persona que quiere ser músico está (casi) obligado a entrar al sistema de enseñanza de las escuelas para ese fin. Lo cual es bueno y malo, como todo lo humano.
En otros países, donde este tipo de enseñanza es demasiado costosa y donde los conocimientos musicales son considerados como una parte imprescindible de la educación general, las personas, no importa la edad que tengan, aprenden un instrumento, así “por amor al arte”, o sea, por el disfrute en sí mismo.
Nosotros en la isla tenemos el beneficio de un sistema educacional bien estructurado –a veces demasiado, es cierto–, pero que de tan competitivo que es garantiza que al final tengamos un joven profesional, como Claudia Rodríguez, de 18 años, quien comenzó con 11 su carrera profesional en la especialidad de canto coral en la Escuela Vocacional de Arte de Santiago de Cuba.
Por eso es difícil hallar razón válida para que un músico viva de “pasar el cepillo”. Presumimos que detrás habrá, como mínimo, 10 años de estudio, y que muy probablemente padres y madres han dejado la vida, el salario y sus mejores vibras en ese futuro que no siempre llega. Y quizás esta sea la principal diferencia de lo que significa “pasar el cepillo” en Cuba y en otro lugar del mundo, me atrevería a decir.
Luego de egresados del nivel medio, “esos músicos buscan tocar en un grupo de música popular bailable, por ejemplo, Habana de Primera, La Revé, Maykel Blanco, Pupy y Los Que Son Son o de reguetón como Gente de Zona, Los Desiguales, etc. Por otro lado, el factor geográfico también influye. Por ejemplo, en Santiago de Cuba los músicos que se gradúan del Conservatorio por lo general aspiran a tocar en grupos de música tradicional, que tocan en centros nocturnos de la ciudad y viajan con frecuencia al extranjero”, nos dice Rodríguez.
Quizás en las provincias como Guantánamo, Granma, Villa Clara o Matanzas el fenómeno adquiere un matiz especial que lo diferencia de lo que sucede en la capital: “Hay muchos músicos talentosos y premiados que terminan en un bar tocando y pasando el cepillo. Esto ocurre principalmente en el interior del país, porque en La Habana casi siempre el talentoso termina tocando en una gran orquesta de música popular o en un grupo de Jazz”.
La singularidad del artista callejero
La verdad es que “pasar el cepillo” estuvo por mucho tiempo vinculado a los artistas callejeros, o sea, aquellos cuya obra es perecedera y factual y para los cuales las aceras, vías y parques son sus escenarios naturales de presentación. Para muchos de ellos la única entrada se resume a lo que logran conquistar de atención en el público. Tampoco es un fenómeno privativo de Cuba, sin embargo, en la Isla –y en especial en el Casco Histórico de La Habana– se ha hecho más presente.
Por lo general, los artistas de la calle son aficionados y proponen un concepto de arte más ligado a lo “efímero”, en cuestión de tiempo y perdurabilidad, o sencillamente no tienen ninguna elucubración más allá del hecho cotidiano de llevarse algo a la boca.

Tropazancos Cubensi –grupo de Teatro y Danza en zancos de mayoría afrodescendiente fundado por Odaymara Cuesta y Olivia Prendes en 2001– desanda los adoquines de la Vieja Habana y tiene experiencia en esa seducción. Odaymara, una de sus integrantes por varios años, lo recuerda de la siguiente manera: “Pasar el sombrero era nuestra tarea constante. Nuestro salario. Trabajábamos a full en ello, cada uno de los días que salíamos a actuar. A veces nos iba mejor, a veces peor, pero eso era lo que nos permitía vivir”.
Pero como decíamos más arriba, esta realidad no es para nada privativa de Cuba. De hecho, creo que a la isla llegó, con cierto retraso, luego de su apertura al mercado turístico internacional que tuvo lugar en los años 90. “Sin embargo, en España, por ejemplo, han sido los gitanos quienes siempre han ocupado las calles y han mostrado de esa manera su arte, fundamentalmente en la danza, lo cual quizás hacía muy atractivo al país. Con la revolución cultural de los hippies, en Alemania se hizo común ver a artistas en la calle ganándose su dinero”, precisa Esmeralda Guerra Collantes, cubana residente por más de 50 años en Europa.
Por su parte, Cuesta, quien ahora reside y trabaja en Estados Unidos, recuerda que “hace aproximadamente dos años nosotras actuábamos en un local donde pasábamos el cepillo al final de nuestra presentación. Y sí obteníamos una platica que nos permitía tener un extra, pero no era nuestra entrada principal. Nosotras vivimos de nuestros shows, los productos que confeccionamos: camisetas, vestidos, etc., de nuestros discos”.
Lo reglamentado y las necesidades
Se sabe que músicos de la talla de Eliades Ochoa, Compay Segundo y Benny Moré pasaron el cepillo como medio de supervivencia. “No es algo nuevo, es una tendencia de hace mucho tiempo y sobre todo relacionada con los músicos populares. Grandes músicos de este país lo hicieron en el inicio de sus carreras. Siempre se ha pasado el cepillo y el motivo por supuesto que es el económico”, comenta Norges Rodríguez, director de la Casa de la Trova de Santiago de Cuba.
Al mismo tiempo, reconoce que “después del triunfo de la Revolución fue desapareciendo este fenómeno, los músicos comenzaron a cobrar salarios fijos… Pero el fenómeno vuelve con fuerza en la década de los 90 del siglo XX producto de la crisis y del boom del turismo. En esta etapa muchos artistas comenzaron nuevamente con esta práctica y también otros que no eran músicos de profesión y que en busca de un sustento comenzaron a interpretar la música”.
Las formas reglamentadas de pagos para los músicos en Cuba son varias. De una parte, los subvencionados por el Estado, quienes tienen un salario fijo, y los que ganan según las presentaciones que realizan. Además está la llamada “por la puerta”, que se refiere a un porcentaje del precio de la entrada que va a los bolsillos de los artistas.
“En la música tradicional por lo general el lugar que más concurrencia tiene en Santiago de Cuba es la Casa de la Trova, donde que casi todo el público es extranjero. Pero realmente el músico siempre busca viajar para lograr una buena remuneración”, precisa Norges Rodríguez.
Por su parte, la joven Claudia, quien espera tener su propio proyecto, considera que: “Existen muchas posibilidades de trabajo para los músicos en el país, lo que varía es la factibilidad económica. Los salarios en las orquestas sinfónicas, las bandas de concierto, las orquestas de cámara y los coros son muy inferiores a los que se cobran en los grupos de música popular bailable y, por otro lado, estos últimos viajan con frecuencia, lo que reporta a sus integrantes más altos ingresos”.
Nuevamente, como en el caso de otras profesiones, salir del país se erige como una solución posible para no tener que seguir “pasando el cepillo”, pero a ciencia cierta nadie sabe lo que se encuentra allende los mares.
Publicado en Cuba contemporánea
Fotos: Kaloian