ARAAC 24 meses después

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Roberto Zurbano. Foto: Vanessa Greene
Roberto Zurbano. Foto: Vanessa Greene

El próximo mes de septiembre se cumplirán dos años en que fundamos en La Habana el capítulo cubano de la Articulación Regional Afrodescendiente para las Américas y el Caribe (ARAAC), cuyo funcionamiento aun deja mucho que desear si pensamos en que uno de sus objetivos es sumar las personas, proyectos e instituciones cubanas que así lo deseen al ideario y el activismo antirracistas.

Más allá de algunas declaraciones, paneles de trabajo e intercambio, reuniones ejecutivas e intentos organizativos no se ha logrado aun horizontalizar la labor hacia una membresía de personas y organizaciones a través de todo el país ni hacer una propuesta táctica y estratégica que nos permita insertarnos en comunidades reconocidas o no, en algunas instituciones importantes, así como dar una legitimidad publica y sistemática a nuestra labor.

Nuestras posibilidades de articulación son escasas, insertas en los pocos proyectos que funcionan gracias a la verticalidad de sus líderes o al compromiso de algunos activistas con su trabajo comunitario, artístico, intelectual o de promoción sociocultural. La ausencia de convocatorias sistemáticas, un órgano de divulgación y la desconexión con otros capítulos y líderes de la región son grandes tareas pendientes, así como la celebración de actividades masivas que coloquen algún tema antidiscriminatorio en medios de difusión, instituciones sociales o en el debate político de las problemáticas raciales del país o la región.

Estas carencias no solo corresponden a ARAAC, pues son compartidas por otras organizaciones o grupos antirracistas anteriores y actuales, lo cual nos hace pensar que la articulación es una necesidad básica para alcanzar los objetivos más sencillos de la lucha antirracista en Cuba. Por otro lado, las alianzas de trabajo deberán ser una de las estrategias esenciales para articularnos desde dentro y hacia afuera de organizaciones similares u otras que posean al menos un mínimo interés antidiscriminatorio en sus agendas o perfiles institucionales.

Creo que los métodos organizativos y estratégicos no han funcionado con la pertinencia que esperábamos y las formas demasiado horizontales de compartir las responsabilidades personales y colectivas no han sido prácticas. Debemos desformalizar y darle una energía diferente al trabajo público de ARAAC, lanzar, coordinar, divulgar y poner en práctica las decenas de ideas excelentes que se nos han ocurrido no caracteriza aun nuestra labor organizativa, ni hemos potenciado las posibilidades personales y de los equipos de trabajo en una agenda pragmática, consecuente y activa que sistematice –en calidad y quizás, en cantidad– la información, el trabajo orgánico y las acciones públicas, de manera que se impone un reajuste de dichas prácticas ejecutivas en función de las tareas y de las personas, y no solo de una o de la otra. Las personas deben definir mejor su campo de trabajo y de responsabilidades, así como mantener un flujo de información constante para el intercambio y el aporte de todas las personas que quieran colaborar con ARAAC.

Para quién se trabaja debe ser una pregunta a responder en cada momento. Para qué se trabaja debe ser un principio muy claro. Cuándo se trabaja, con quién, dónde, con qué alcance y cuales alianzas deben ser cartas a tener en cuenta en cada acción de ARAAC. Cuándo y para qué son también preguntas muy prácticas. Identificar las estrategias con las respectivas tácticas hace que lo más importante sea la misión a realizar, por encima de quien, como, donde y cuando. Si los principios y la estrategia están claros, entonces las acciones deben definir nuestro trabajo de modo sistemático y puntual.

Un mecanismo de rectificación, revisión o rendición de cuentas debe establecerse, así como un balance periódico del trabajo individual y colectivo. Hemos perdido varios compañeros valiosos del ejecutivo y de los ejes, por incoherencias, protagonismos y una falta de reconocimiento a la capacidad y entrega de todos y cada uno de nosotros en esta gran tarea. Creo que es un lujo que no podemos seguir dándonos, sobre todo cuando no se informa adecuadamente lo sucedido con tales compañeros, ni analizamos cómo evitar repetir los errores y las deserciones.

Estos errores lo sufrieron todas y cada una de las organizaciones antirracistas cubanas dentro y fuera de Cuba. No son nuevas y es posible aprender de errores antiguos y recientes, nuestros y ajenas, en la lucha por enfocarnos en una lucha antirracista coherente. Es una labor difícil, pues es un tema apenas aceptado por personas, grupos sociales, instituciones sociales y políticas, así como es objeto de manipulación política, descontextualización, aplazamiento o disminución de su prioridad social, así como los prejuicios propios del tema. Si en la nueva institucionalidad cubana no ha aparecido una visión oficial, practica y definida, sobre este tipo de problemática social tiene que ver con las razones anteriores, pero también con la falta de un diálogo nacional y con la manera, aun prejuiciada, paternalista o vergonzante, con que se sigue tratando este tema. Parte de esa responsabilidad es nuestra, así como parte de las soluciones también nos competen. Si somos parte del problema, dicen los chinos, somos parte de la solución.

Me gustaría intercambiar, desde la responsabilidad y el respeto y no desde la culpa, sobre nuestras insuficiencias, desacuerdos, acuerdos y perspectivas. Preferiría más allá de excusas, inculpaciones, resistencias y justificaciones, acertadas o no, reflexionar sobre por qué nos siguen faltando propuestas útiles, visibles, participativas y críticas que hagan de nuestra agenda, de nuestra conciencia y de nuestras acciones, no un campo de satisfacciones personales o conflictos de tercera importancia, sino maneras de sumar, intercambiar, explicar y convocar a todos los cubanos, de todos los colores a sumarse a una lucha común, más allá de los intereses personales y de grupos, donde nos reconozcamos en diversas tareas comunes, que desarrollen maneras sencillas de intervenir en la realidad cotidiana y nuevas formas organizativas para hacer cumplir nuestra misión pública. Nos toca abrir un poco más nuestros espacios de divulgación, justicia y legitimación. Le corresponde a ARAAC hacerlo de frente y junto a discriminados y discriminadores, en un diálogo crítico y constructivo de esa identidad ciudadana diversa que aun aspiramos.

Afectuosamente,

Roberto Zurbano

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