
Hablar de la violencia en Cuba, en cualquiera de sus tipos y manifestaciones, es ciertamente difícil, toda vez que las estadísticas sobre este asunto no son accesibles a personas comunes. De manera que si yo quisiera saber cuántas mujeres murieron en el año que recién culmina a mano de sus maridos, novios o ex-parejas, solo obtendría otra pregunta como respuesta.Por otra parte, en nuestro imaginario social se legitima como violencia aquella que es más aparatosa y evidente, o sea la física. La simbólica o psicológica que transcurre en ámbitos diversos como puede ser la comunicación, la educación, o en las redes sociales , quedan solapadas, prácticamente invisibles.
Por tanto ciertas manifestaciones de violencia usando Facebook o Twitter, como el acoso por ejemplo, aun no son suficientemente identificadas, de manera que siguen pasando como «maneras de hablar del cubano».
Observando detenidamente las redes sociales cubanas, he detectado algo que que he decidido llamar «Guapería 2.0». En pocas palabras se trata de advertencias (¡a qué te bloqueo, eh!), amenazas públicas o privadas, comentarios agresivos, uso de fuertes epítetos, descalificaciones reiteradas, preguntas como: «¿eso fue conmigo?, entre otras diversas manifestaciones.
En algunos de los casos, como en dos a los cuales he tenido acceso, las victimas han tenido que bloquear a la persona en cuestión, por los temores ante una situación que podría generar lamentables consecuencias para su propia seguridad. Lo anterior tiene como contexto, un país donde la el acoso, la burla, la discriminación, la intolerancia, los mitines de repudio y la agresividad son parte de la vida cotidiana.
Sin embargo, el tema de la violencia también pasa por el ámbito legal. Si tales prácticas no están reconocidas como contrarias a la integridad humana, y por tanto sancionables por la ley, como sucede en la mayoría de las manifestaciones de agresión física, pues más difícil es visibilizar el asunto en el marco de las redes sociales. No hablemos ya de la denuncia, en el contexto actual eso es prácticamente imposible.
Es triste experimentar en cuerpo propio y como parte de nuestra vida cotidiana esas practicas de violencia tanto de parte de hombres como de mujeres. Lo peor es denotar como algunos individuos como individuas se auto adjudican ciertos derechos a ejercer tales actos de violencia tanto físicos como psicológicos basados
en ciertos atributos tambien auto asumidos de naturaleza física, psicológica como intelectual. Lo que es mas triste es como tales «personajes,» porque ese comportamiento debido a su naturaleza hiriente, ríela en una farsa representativa que aunque abiertamente expresada, mal disimulada, soslayada o entre nos es un espectáculo que anhela patológicamente por la aprobación de un publico que desafortunadamente existe en nuestra humanidad como parte de esta. Los que nos vemos obligados a sufrirlo en silencio y a menudo a confrontarlo por lo obviamente
inhumano nos categorizan salvajemente de hipersensibles y hasta de entrometidos.
Hay muchas personas en todas partes del mundo en posiciones de poder tanto politico como profesional con ese cuerno en la frente y claro esta hay quienes los sancionan como brillante iconos introspectivos y hasta los elevan a la posición de líderes, sabios y curanderos. N o es fácil salvar al mundo, pero so es posible salvarse uno de no patrocinar semejantes ENERGUMENOS.
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