El reconocido intelectual cubano Victor Fowler dirige esta misiva a la Comisión Aponte, de la UNEAC

Para Comisión Aponte

Estimados, comienzo narrando un diminuto episodio desagradable, sucedido hace par de semanas: fui a visitar a una amiga (al edificio de la Lonja del Comercio, en el cual ella trabaja), el CVP encargado de vigilar la entrada del lugar me detuvo para preguntarme adonde iba y luego de explicarle que al tercer piso puedo continuar sin dificultad mi camino. Lo particular del caso es que, junto conmigo, llegaron otras dos personas que –sin ser cuestionadas– simplemente entraron; mejor aún, cuando subimos al elevador, sus comentarios denotaban que entraban al lugar por primera vez.

Como mismo mientras conversaba en la oficina de mi amiga, he reconstruído la escena varias veces (al hacer el cuento a otros, por ejemplo) y la única justificación que encuentro para que la pareja de desconocidos pasara sin cuestionamiento –donde yo me vi obligado a dar explicaciones– es el color de la piel: yo, negro; ellos, blancos según apariencia.

Hablo de otra ocasión (de una de ellas escribí, hace meses, en La Jiribilla) en la que disfruto la oportunidad de sentirme humillado y rebajado como persona. El hecho no ocurre en cualquier sitio, sino en un territorio altamente simbólico: un espacio lujoso de la nueva economía. Manifestar inquietud, preocupación o algún tipo de interés distintivo por mi presencia allí (que es lo que hace el encargado de “vigilancia y protección” al interperlarme) es un procedimiento grosero para sugerir que estoy en el lugar equivocado e incluso me avisa, desde la puerta misma, que -ya que he llegado– allí adentro me tendré que esforzar por “portarme bien”.

A fin de cuentas, el gesto del CVP indica que la autoridad me identificó y aisló del resto, vigila y “sabe” que estoy allí, en ese lugar al cual no pertenezco.

Desde la incomodidad inicial, en la oficina de mi amiga, hasta el momento presente, he pensado en lo que sucedió no sólo varias veces, sino también de distinto modo y con diferente intensidad; del estupor a la incomodidad, de la rabia a la impotencia. Al mismo tiempo, las reacciones me han servido para el autoanálisis, para cuestionar mis límites y lo que busco.

Al inicio pensé que debí haber sido enérgico, cortante y, como decimos los cubanos, “plantar”; pero no sólo estaba apurado (por llegar adonde mi amiga), sino que en modo alguno era ese mi ánimo del día. Al paso de los días, cuando la incomodidad se impuso, pensé en ir a la dirección del sitio y presentar una queja formal; sin embargo, para ser honesto, ni siquiera recuerdo el rostro del CVP, sino sólo la pregunta: “¿me hace el favor, adónde va?”. Luego, ya dentro de la rabia, no me resultó suficiente la queja, sino que me complació la imagen-idea de que hubiese alguna sanción ejemplar gracias a la cual no sólo resultara yo reivindicado como persona, sino que se garantizara que nunca más tocase a otro (negro, como
y) humillación semejante.

Semanas más tarde, hay cicatriz y creo que, al fin, tengo más claro lo que pienso acerca de lo sucedido y también lo que deseo que ocurra, aquello a lo cual -como simple ciudadano– puedo aspirar:

Primero: no me importa el CVP de mi historia en cuestión. No presté atención a su rostro y ni siquiera podría identificarlo. A la misma vez, no estoy dispuesto a que lo que sentí sea rebajado en significación:
humillación, soledad, desprotección, rebajamiento de mi dignidad como persona y mucha ira. Si bien el idioma no tiene otras palabras para describirlo, incuso me gusta que haya ocurrido así porque lo que vale
destacar y precisar, más que la persona, es el síntoma.

Segundo: lo sucedido es un ejemplo exacto de práctica del micro-racismo y de cómo este es mucho más abarcador, pernicioso y humillante que el “gran racismo”. Es en el nivel del mico-racismo donde la discriminación se enmascara a sí misma como parte de acciones cotidianas que pretenden ser
parte de lo normal, la norma, normalizarse”.

Tercero: esta discriminación “normalizada” termina por ser parte de la cultura habitual y de la cotidianidad si antes no se le desenmascara de manera continua. Semejante tarea precisa de la participación permanente y extendida de los medios de prensa y cualquiera otro espacio de opinión de los cuales disponga la comunidad.

Cuarto: pido que se incluya, de manera obligatoria, en los procedimientos para contratar al personal que cumple tareas de vigilancia (en todos los tipos y variantes concebibles) la realización de evaluaciones psicológicas que determinen si se trata de individuos con concepciones y prejuicios racistas (además de otros prejuicios como los de género, sexualidad, lugar de nacimiento dentro de la geografía nacional, religión, formas de consumo cultural u otras). Esta debería de ser práctica obligatoria muy especialmente para quienes vayan a cumplir tareas de vigilancia, protección y de corte policial, además de que también debería formar parte de la política de cuadros en los más diversos lugares del país. Como mismo
es un contrasentido lógico dar empleo como encargado de proteger a un individuo con tendencias psicopáticas, igual debe de serlo la promoción al nivel de autoridad de un racista, homófobo, misógino, etc.

Quinto: pido que el proceso anteriormente descrito sea acompañado por la realización de acciones continuas de formación durante las cuales el aparato conceptual para analizar el racismo y otros modos de discriminación, sus manifestaciones evidentes o subrepticias, así como los modos de luchar contra estas sean contenido fundamental dentro de los programas para la superación de agentes del orden y que igualmente se extienda dicho interés hasta el ámbito de las políticas de cuadros.

Sexto: después de tener mecanismos de evaluación previos al otorgamiento de empleo y acciones de formación del personal, el ciclo debe ser completado con la creación y/o revisión de la totalidad del aparato legal necesario para regular las sanciones a quienes insistan en realizar actos racistas como parte de sus prácticas mientras ejercen autoridad.

Séptimo: tal vez soy inexacto al decir que no me importa el VCP de mi historia, pues -aunque no recuerde su rostro– sí me interesa, pero no para que reciba amonestación u otra sanción, derivada de mi protesta, sino para que tenga -en el reverso exacto de su acto discriminatorio– la oportunidad de aprender acerca del error y, en general, acerca de cualquiera otra forma de discriminación. También aprendería acerca de la enorme responsabilidad política que entraña el ejercicio de la autoridad en cualquier sitio o momento, incluso en este caso tan aparentemente menor como es el cuidar una sencilla puerta de entrada a un edificio.

Ni el más pequeño acto de racismo es pequeño, porque lo que siempre se pone en juego es el carácter despótico o la impunidad de la figura que ejerce poder, así como el alcance y/o plenitud de la condición ciudadana en aquel que padece atropello. De esta manera, más allá del carácter puntual de este o aquél episodio o anécdota, hay que leer el racismo en su propensión a tejer tramas, a sobrevivir, crecer, combinarse, establecer combinación y buscar sostén en otras discriminaciones.

En este escenario de interacciones dialécticas puede existir el error, pero las derivaciones y las consecuencias nunca son simples.

Victor Fowler Calzada

La Habana, 25 de marzo 2015

Foto de portada: Kaloian

11 respuestas a “Victor Fowler: «Ni el más pequeño acto de racismo es pequeño»”

  1. Por qué todo lo que le pasa a un negro se convierte en un acto de racismo? Soy más blanca que la nieve y cada vez que voy a la Lonja me preguntan para dónde voy… Dejémonos de oportunismos…

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    1. Y encima aguantarse a una cara pálida lloriqueando: Eso no es racismo bla-bla-bla…

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      1. No soy yo la que está lloriqueando aquí precisamente…

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        1. A ver estimada Pilar, si le parece que es oportunismo, digame Ud. cual es mas perjudicial en este caso, el racismo o el oportunismo? Conoce Ud. a la persona que escribio este texto como para endilgarle tal cuestionamiento? Slds

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          1. Discúlpeme pero el oportunismo no tiene que ver con conocer o no a la persona. Lo que le molestó a Fowler fue el acto de racismo o que el custodio no sabe que él es una figura de la intelectualidad cubana y que tenía que dejarlo pasar? porque vamos, es una gran figura. De que hay racismo, lo hay, pero de ahí a armar esta perreta porque supuestamente no lo dejaron pasar porque es negro, es otra cosa.

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            1. Pilar, Uds. sabe de todas las veces que un hombre negro intenta entrar a un lugar cuantas veces es parado? Yo no creo que el texto sea, específicamente, aunque parte de el, sobre ese acontecimiento. El texto además tiene muy buena y elaboradas sugerencias para acabar con el hecho de que la policía, los custodios, etc paran principalmente a los hombres negros. Por otra parte le hice esa pregunta porque quizás Ud. lo conocía mas que yo… Slds.

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  2. Pilar: Si bien es cierto que estamos acostumbrados a ver colados oportunistas en cualquier batalla, tu comentario aquí es cuanto menos desacertado.
    En primer lugar, porque me consta que ni en la Lonja de Comercio ni en otras partes los custodios tratan a todos por igual; en segundo porque si te lees el texto de este intelectual íntegro y oportuno que es Víctor Fowler, verás que ni una sola de sus propuestas le hace daño a Cuba o a algún cubano.
    El abuso de poder por parte de la autoridad, cualquiera que sea el coto, grande o pequeño, de su poder, es injusto e innecesario.
    Parte de la solución a este problema es intentar ponernos (siempre) en la piel del humillado.

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    1. Hola Darsi. Bienvenida a está bitácora!!! Coincido con tu comentario. Más de un hombre negro ha denunciado como son parados en la calle y la única razón es el color de su piel… Y Victor casi que desarrolla en este texto un plan de acciones a tener en cuenta. O sea, hace una demanda y ofrece las soluciones. Gracias por tu comentario.

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  3. En 1936, Lucía Sánchez Saornil, ceó en España la asociación de «Mujeres Libres», que publicaban el periódico «Libertaria». En ella, un grupo de mujeres anarquistas españolas, abogaban por la eliminación total e inmediata de la discriminación de género y la instalación del «amor libre» (léase hoy en día como la aceptación de la comunidad LGBTQ).
    Los peores enemigos que las «Mujeres Libres» de España tuvieron fue el gobierno de la República, el PC español y los líderes anarco sindicalistas que formaban parte del gobierno, empezando por la ministra de salud, Federica Montseny. La razón esgrimida por los «hombres en el poder» de la República era que la lucha por la igualdad de género y por el amor libre eran secundarias a las reivindicaciones de las masas proletarias y campesinas, que primero «había que hacer la revolución económica y política y lo demás caería por su propio peso».
    ¿Le suena a los cubanos conocido este argumento? Es el mismo que se usó para «castrar» las luchas contra la discriminación racial, de género, de orientación sexual, de religión, etc. «Creímos que el racismo se acabaría por decreto», me dijo una economista afro-cubana en La Habana hace un par de años.
    El sistema es esencialmente Eurocéntrico y, como tal, no puede enfrentar ni la discriminación, ni la segregación, ni el racismo. La solución pasa por un proceso de «africanización». Debemos reescribir la historia de Las Américas, desde una perspectiva Afrocéntrica. Mientras no aceptemos nuestra negritud cultural como sociedades, no podremos encontrar nuestra identidad personal como americanos.

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  4. Querido Jorge, coincido 100%. Abrazos y muchas gracias por pasar por está bitácora y dejar tu oportuno comentario.

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  5. […] lo anterior se debatió en 1998, tengamos en cuenta lo acontecido en este mes de marzo del 2015, al reconocido poeta y ensayista Víctor […]

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