Le prometí a mi mi amigo Alejo3399 continuar la «saga» sobre «El Porno y el hombre en Cuba…» que comenzó en su blog, y espero que siga. Aquí está mi anécdota y un par de reflexiones.
En mi viaje más reciente a Cuba no pedí la oportunidad de fotografiar la planilla que se entrega a cada persona que viaja a la Isla. El formulario debe ser rellenado antes de arribar al aeropuerto pues ha de ser entregado en el puesto de la Aduana. Es azulito, bonitillo diría yo para la escasa calidad que tiene el papel en Cuba. Eso fue lo primero que noté cuando lo tuve en mis manos. Supuse entonces que el dinero que la Aduana recauda a chorros en los aeropuertos cubanos está siendo utilizado para mejorar la calidad del maldito papelito (si eres cubano seguramente lo odias). Como sabemos nada más atormentante para alguien que regresa a la Isla que las maletas y la declaración en la Aduana.
Sin embargo, mi sorpresa rotunda vino al constatar que la pornografía está incluida en la misma sección que las armas de fuego, drogas, artículos con intención de ser comercializados, los de origen animal, entre otros. Tratando de categorizar esos productos, sería algo cercano a «Artículos riesgosos», según la Aduana y el gobierno cubano, supongo, que es a quien representa el mencionado organismo.
Probablemente la pornografía lleve muchos años en ese apartado pero yo, sencillamente, no lo había notado. Tal vez antes me parecía natural que se preguntara por algo que en Cuba es aun impronunciable (aunque Alejo confirma que ya está pasando al plano de lo visible). Seguramente tiene que ver con el impacto de la migración, la cual indudablemente me ha abierto a otras realidades y nuevas experiencias como ver pornografía en público. Para mi dejó de ser una cuestión moral, por suerte, para convertirse en una cuestión de gustos y consumo. Nada más.
Yo también tuve esa carpeta escondídisma en mi compu, con un nombre muy aburrido para que llamara la atención lo menos posible. Ahora que tengo banda ancha, y ninguna paranoia, no suelo consumir pornografía pues lo que me harta es lo que pulula por la red: ese porno de tacones y bragas incómodas que da más escozor que libido.
Retornando al mencionado formulario y releyendo los comentarios en el post de Alejo3399, quiero insistir en el hecho de que la tenencia de pornografía no es delito en Cuba, sino su distribución, según confirma PaquitoeldeCuba. Sin embargo Darío, otro comentarista cita textualmente el Artículo 359 de la Sección Cuarta, intitulada Escándalo Público, del Código Penal cubano :
Se sanciona con PRIVACIÓN DE LIBERTAD de tres meses a un año o multa de cien a trescientas
cuotas al que:
d) PRODUZCA o PONGA EN CIRCULACIÓN publicaciones, grabados, cintas cinematográficas o magnetofónicas, grabaciones, fotografías u otros objetos que resulten obscenos tendentes a
pervertir y degradar las costumbres
Digo confuso porque con el aporte actual que hacen las nuevas tecnologías al almacenamiento y distribución, no sé si tener porno almacenado en Dropbox será delito en la Isla. De cualquier manera, lo que me cuestiono es la controversial definición de estos objetos: «que resulten obscenos tendentes a pervertir y degradar las costumbres». Perversión, ¿cual? ¿Degradar cuáles costumbres?
Continuo: ¿Por qué se pregunta sobre su tenencia al llegar a Cuba? ¿Para advertirle a la persona que no puede difundirla? Me da morbo saber si alguien ha contestado positivamente esa pregunta y cuál ha sido el tratamiento que se le ha dado a su paso por la Aduana.
A veces tengo la sensación de que la sociedad cubana puede llegar a ser muy conservadora, a pesar de que seamos un Estado laico con muy poca influencia de la Iglesia en las decisiones gubernamentales. Llegamos a tal pacatería, como cualquier otro país de Latinoamérica donde no hay educación sexual en las escuelas y ni pensar en el derecho al aborto. Se supone que la emancipación del ser humano incluye también el disfrute sin limites de su sexualidad, siempre y cuando no se haga daños a terceros. Pero al parecer eso no lo sabe nuestro gobierno ¿revolucionario? y mucho menos sus funcionarios.
Continuará
Imagen de portada: «Sexo animal» de Diego Dacal
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