De segunda mano


Por Helen Martínez

El uso de las prendas de vestir es sin duda alguna una fuente de información importante sobre  nosotros mismos: quiénes somos, cómo estamos, cuál es nuestro estado de ánimo. Todo lo podemos decir a partir de la ropa que usamos.

Y la ropa también habla del consumo y los hábitos que desarrollamos en torno a su compra. El diseño de modas, la pasarela, las consultorías especializadas, entre otros, nos dicen qué debemos llevar y en qué circunstancias. Toda una industria, y los consiguientes servicios, puestos en función de la vestimenta.

Sin embargo, también aparecieron varias interrogantes: ¿Qué hacer entonces? ¿Cómo afrontar los precios que no podemos (o no queremos) pagar? ¿Cómo protegernos ante el consumo desmedido e irresponsable? Yo voto por dos: heredamos lo que dejaron las otras mujeres de la familia, las amigas, etc. o salimos en busca de una tienda de ropa reciclada, las popularmente llamadas «de segunda mano». Les hablaré de esta última.

Confieso que la primera vez que estuve en una reciclada, me hice muchas preguntas, la más importante: ¿quién habrá sido la dueña de esto?. Estuve olfateando casi todas las piezas. Luego de estar casi 2 horas husmeando no compré nada, pero quedé atrapada con la idea de volver y lo hice. Con el tiempo gran parte de mi armario estuvo conformado por ropa de segunda mano, piezas de calidad, especiales diría yo; tanto que mis amigas comenzaron a preguntar acerca de la procedencia de aquellos trapos pues ellas también querían. Me sentí doblemente satisfecha entonces.

En mi opinión, usar ropa reciclada, no solo estaría relacionado con la situación financiera de cada persona en particular sino también con desarrollar cierta responsabilidad ante el consumo.

Los mercadillos de trueque son espacios donde, además de obtener algo a cambio de lo que entregas, te sumerges en un mar de nuevas relaciones interpersonales y aprendes también a dejar ir, sin que medie dinero alguno, aquello que no usa; algo realmente sanador en tiempos en que la solidaridad es un lujo.

Días atrás en un rincón de mi ciudad, me encontré en una situación sumamente especial, un grupo de mujeres quienes se reúnen tres veces al año para intercambiar aquello que ya no utilizan. Eramos aproximadamente 100, entre ellas dos costureras que al momento te entallaban una prenda. Mientras yo me adentraba en los rostros de las visitantes mediante el lente de mi cámara, una consumidora me comenta:

He venido hoy de casualidad, es mi primera vez, una amiga me ha invitado. No pensé que aquí podría encontrar un espacio como este. ¿Estas fotos saldrán en algún periódico? Porque la verdad que tener momentos como estos solo para mujeres, tan sanos, llenos de vida, es algo que todas deben conocer.

La mujer habló y siguió su faena. Creo que no esperaba mi respuesta, solo tuvo la necesidad de dejar salir su emoción ante lo que estaba viviendo. Luego la vi partir alegre y con un paquete repleto de ropa y calzados de segunda mano.

Publicado en Azúcar&Kalt

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