Por Rolf Otto Niederstrasser

Leslie Cabo de Villa Castro
Leslie Cabo de Villa Castro

Leslie Cabo de Villa Castro es uno de los miles de cubanos que han viajado a pie desde Ecuador para llegar a uno de los puertos de entrada en Texas este año.

Antes de su peligrosa odisea, que lo llevó a atravesar siete países de la región, su vida era buena, dice. Recuerda entonces su tiempo de polista acuático con mucha añoranza. «Esos fueron los mejores años de mi vida.» El pasó casi todos sus años escolares en una de las escuelas deportivas nacionales, situada en el este de La Habana; un sistema de centros educativos que tienen la tarea de desarrollar talentos deportivos en la isla.

Leslie dejó atrás a su esposa Yensenia, dos hijas y un prestigioso trabajo de guardaespaldas. Él había trabajo en la seguridad de cantantes reconocidos internacionalmente, como con Rihanna, quien estuvo de visita en Cuba en el 2015. Sin embargo, se embarcó en un viaje de un mes que cambió su vida.

«Perdí mucho peso en ese viaje», añade. Antes de reservar un vuelo a Quito, Ecuador, y “lucharse” el camino hasta los Estados Unidos, el joven había probado su suerte como “balsero” a través del Estrecho de la Florida. Dos veces lo atrapó la guardia costera estadounidense. «En la última vez pude ver Key West desde la distancia. Si no hubiese sido por el frío, habría saltado del barco guardacostas y tratado de nadar hasta la orilla «.

Antes de que Ecuador impusiera visas a los cubanos, el pasado 30 de noviembre, para limitar los flujos de inmigración, el país sudamericano se había convertido en una vía de escape alternativa. Después de meses organizado el viaje, Leslie llegó a Quito, con otros dos amigos, el 28 de noviembre del 2015. Para ingresar a dicho país la única condición que debían cumplir los ciudadanos cubanos era mostrar una dirección en la que se fuesen a hospedar.

Sin embargo, refiere el joven que «Todo el viaje parecía ser un sistema de contrabando altamente organizado. El problema era que no sabía en quién confiar y en qué momento estaba en peligro.» El dueño del hostal donde se hospedaron, situado en las afueras de Quito, les puso en contacto con una señora mayor que tenía décadas de experiencia como contrabandista. Ella propuso llevarlos con seguridad a la frontera Panamá-Colombia por $900. Esta cantidad incluía el soborno de la policía y los agentes de tráfico.

Una vez que llegaron a un cantón fronterizo llamado El Lago Agrio, cruzaron el río San Miguel con embarcaciones de motor. «Casi habían cruzado el río cuando el motor se incendió y se apagado. «En este momento el conductor nos dio instrucciones para remar con las manos y tratar de agarrar ramas colgantes. Yo estaba muy nervioso. Me sorprendí que rápido las cosas se pusieron mal.” Después de ser arrastrado por las corrientes del río por un tiempo, Leslie y sus compañeros se agarraron de algunas ramas grandes de árboles cuando la corriente se calmó. “Una vez que pisamos tierra firme, nos dirigimos a una vieja casa en ruinas. La casa parecía abandonada, pero estaba habitada por una familia.” Allí se encontraron con los coyotes colombianos, a quienes pagaron $15 adicionales para sobornar a la guerrilla y poder cruzar esas tierras.

Desde la casa caminaron todo el día para arribar, en la noche, a una estación de gasolina Allí fueron instruidos por el coyote de permanecer en ese lugar por 6 horas. En la madrugada varios camiones llegaron y los llevaron a una pequeña estación de autobuses localizada en Neiva, de ahí partirían hacia Medellín. Justo después de la salida, el ejército los detuvo. Varios soldados subieron al autobús pidiendo identificación. Una vez que reconocieron que Leslie y los otros eran cubanos, de inmediato pidieron un soborno o los arrestaban. Todos tuvieron que pagar $20. «Tuvimos la suerte de que no pidieron más. Anteriormente había escuchando historias de cubanos donde los militares les robaron todo lo que tenían.»

El camino a Medellín es montañoso, inseguro y de carreteras estrechas. Desde su asiento en el autobús Leslie podía ver el barranco. Luego de una hora y media de viaje, el conductor del autobús se queda dormido y el autobús se estrella contra el lado derecho de la carretera dejando la parte delantera del autobús colgando en el aire. En ese mismo instante Leslie reconoció la amenaza y empezó a romper las ventanas de emergencia, las cuales usaron para saltar. Luego ayudaron a las mujeres y los niños. En ese momento se dieron cuenta de que era demasiado peligroso continuar el viaje por sí solos. Ellos tenían papeles legales en Ecuador, pero en Columbia estaban indocumentados. “Por suerte, en esa situación una de las mujeres que les ayudamos en el autobús nos ofreció refugio después de que le explicamos nuestra situación. Ella nos acogió, nos dio comida y hasta lavamos la ropa sucia. En ese momento me di cuenta de que todavía había gente buena en el mundo. En ese momento yo estaba muy esperanzado «.

A la mañana siguiente se contactó al coyote. La misma señora de la casa los puso en un autobús a´con destino a Medellín. El coyote era un joven colombiano en una moto acompañado por su novia. Él les cobró $600 para llevarlos a la ciudad de Turbo. Cuando llegaron allí, corrieron hasta la playa acompañados por el coyote. «Corrimos por alrededor de una hora a través de terreno fangoso hasta que llegamos a la costa del Pacífico. Yo estaba agotado. Me caí muchas veces. En la playa había alrededor de 30 cubanos esperando para cruzar a Panamá con los barcos. «En el medio del mar, después de cuatro horas de viaje, se detuvieron y subieron a un barco rápido panameño. Los llevaron a las afueras de La Miel. A partir de ahí, subieron una colina por cuarenta minutos hasta cruzar hacia territorio panameño. Durante ese ascenso, se le pidió estar alerta ante la existencia de animales salvajes, como panteras, que eran nativos de la región. Al final, cuando estaban bajando ya exhaustos y sucios del barro, llegaron al centro de detención en Panamá. Cerca de 300 cubanos ya se encontraban allí.

En ese momento tuvieron que entregar sus pasaportes a las autoridades. Habían tantos cubanos que hablitaron tiendas de campaña en canchas de baloncesto. Las condiciones allí eran precarias. “Había escasez de alimentos y agua. Muchas personas habían estado allí por varias semanas en espera de su estatus migratorio. A partir de ese momento decidimos optar por una solución alternativa. Un contacto nos habló de un avión viejo que iba a la ciudad de Panamá por un precio bajo. Yo todavía tenía dinero y pagué por mí y mis amigos también.” Una vez que aterrizó en la ciudad de Panamá, un amigo suyo lo recogió. A propósito recuerda «Todavía recuerdo ese día muy claramente porque me comí mi primera hamburguesa de McDonald’s.»

El día siguiente su amigo los puso en un autobús rumbo a Puerto Canoa en Costa Rica. Una vez allí se presentaron en la Oficina de Inmigración. Habían muchas personas esperando por muchos días para conseguir su documentación procesada. Por esa razón fueron redirigidos a los campamentos.

Después de cinco días en los albergues los documentos no estaban aun listos. “Yo me empecé a desesperar. La comida era cara y nuestros recursos empezaron a escurrirse.» Un día alguien les habló en su tienda de campaña. «Un tipo entró en nuestra tienda preguntando por un grupo diferente para cruzar desde Costa Rica a Honduras. Quería $350 por todos. Nosotros dijimos que estábamos interesados y rápidamente aceptamos el trato. Viajamos por Costa Rica en su camioneta. Él sabía exactamente dónde esconderse y a quien sobornar.»
Después de un par de días llegaron a La Cruz. En ese sitio, 7000 cubanos estaban atrapados esperando continuar su viaje hasta los Estados Unidos. Llegaron a un cruce de frontera, donde habían otros 47 esperando ser guiados por los coyotes por la selva hacia Honduras. “A las tres de la tarde empezamos a caminar. Los coyotes abrían el camino con los machetes. Después de un par de horas de caminata comenzamos a botar muchas de nuestras pertenencias. Hacía mucho calor. Pude ver los monos en los árboles y otros animales salvajes. Pude ver cosas privadas que gente habían tirado en el piso. Tuvimos que subir tantas colinas que mis músculos empezaron a doler. Mis amigos tuvieron que ayudarme a caminar. Una vez que nos quedamos sin agua, tuvimos que beber dos veces en el río.” Después de las once de la noche, después de ocho horas de caminata por la selva, llegaron a su destino.

Entonces los coyotes les ordenaron, a las diez y siete personas del grupo de Leslie, ​​que les pagaran $300 para llegar a Managua, capital de Nicaragua. Este fue un costo adicional que no fue discutido con los coyotes anteriores. La mayoría de las personas había agotado la mayor parte de sus recursos y no podían pagar por ello. «En ese momento nos pusimos bravos porque nos sentimos traicionados. Cuando el coyote nos amenazó con dejarnos en la selva, tuvimos que tomar medidas. Cada uno de nosotros tomó una piedra grande y le amenazaron de vuelta. Por suerte, después de un rato llegamos a un acuerdo.”

El coyote los llevó a través de varios caminos estrechos durante dos horas hasta llegar a una carretera aislada. El les dijo que esperaran cerca de la carretera hasta las siete de la mañana. Exactamente en ese momento llegaron varios camiones y los llevaron a Managua. Allí pasaron la noche en un hotel barato. «A pesar de que Nicaragua era el estado más problemático de cruzar para los cubanos, no tuvimos ningún incidente. Los coyotes tenían todo bajo control.”

En el último pueblo antes de cruzar a Honduras, caminan nuevamente a través de pequeños senderos. “Los nuevos coyotes andaban en caballos y estaban armados. Uno o dos iban al frente, y otro en la parte posterior. Ellos nos llevaron a un paso rápido. Algunas personas se quedaron atrás. Había una mujer con un niño que no aguantó con el paso y la asaltaron y le quitaron todo lo que tenía.»

Para llegar a Honduras, tuvieron que cruzar un río. Las patrullas fronterizas fueron sobornadas y los dejaron pasar. Desde allí tomaron un autobús, y poco después fueron detenidos por soldados, quienes amenazaron con deportarlos a menos que pagaran un soborno de $10 cada uno. Los cubanos consintieron y fueron liberados. El mismo conductor del autobús se ofreció a llevarlos por $130 a Guatemala. Estuvieron de acuerdo y llegaron a Aguas Calientes en mismo día.

Desde allí tomaron varios autobuses locales, hasta llegar a la frontera entre Guatemala y México. «Tuvimos que cruzar un río con balsas que los locales habían construido.» En ese momento habían llegado a Hidalgo, México. Desde Hidalgo fue un corto trayecto en autobús hacia el centro de detención en Tapachula. Esperaron un par de días, hasta que su documentación se procesó y tomaron un autobús a la ciudad de México y otro a Reynosa. «Nosotros no supimos donde era la frontera. Tomamos un taxi que nos cobró $20 cada uno. Después de 100 metros se detuvo, y dijo: «Estamos aquí, chicos.» «Honestamente, yo quería darle un puñetazo, pero yo estaba muy contento de que había logrado mi objetivo».

Leslie cruzó la frontera de Hidalgo hacia los Estados Unidos el primero de enero del 2016 a la una de la mañana.

Fotos cortesía de Leslie Cabo de Villa Castro.

3 respuestas a “Sueño americano”

  1. Vaya negra, que fuerte.

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    1. Tremendo!!! Como la vida misma.

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