Por Rolando Jacomino
Cuando se habla de arte, cuando se habla de literatura, lo que uno menos esperaría es que salten a darse mordiscones, como fieras celosas, aquella que decidió antologar a una poetisa y aquella otra, la escritora, que inconsultamente fue incluida en la antología. Porque… no sé, pero uno debería agradecer la mayoría de las veces que “te incluyan.” ¿No? En un mundo como este, donde cada cual ha tomado su propia cuerda y ha decidido halar el bote para donde le plazca, resultaría placentero que una poetisa “perdida” dentro de la generación post 59 como Belkis Cuza Malé sea traída de vuelta en forma de versos para las actuales generaciones de cubanos. El mérito – si acaso puede llamársele así – estaría dado, pienso, porque Belkis Cuza, desde hace años, enfiló sus cañones contra la Revolución cubana y sus dirigentes, y esta antología ha sido publicada dentro de Cuba, y ya sabemos que el gobierno cubano, con sus muchos tentáculos, es bien celoso con estas cosas. En un inicio se dice que:
“(…) comenzó siendo una antología, por el camino nos fuimos percatando de que, aunque nuestro principal objetivo era propiciar un diálogo entre generaciones de autoras cubanas vivas, se hacía imprescindible abrir el espectro hacia otras zonas donde ese diálogo nunca había ocurrido, o apenas se habían insinuado en anteriores antologías de poesía cubana. Apareció entonces la necesidad de echar abajo toda una serie de obstáculos o estancos erigidos casi en monumentos a través de esas prácticas compilatorias; y ya no solo el generacional, sino también el estético, el racial, el sexual, el geográfico, el religioso y el ideo político, este último asimilado durante muchos años como un tabú, pues apenas se intentaba romper el silencio con la presencia de una o dos voces. (1)
El chu-chu-chú comenzó cuando Ileana Álvarez, una de las antologadoras, vino a la ciudad de Miami hace par de meses a presentar la antología de poesía femenina cubana Catedral Sumergida.
No voy a saltar en defensa de Ileana, quien no tuvo la decencia, siquiera, de invitar a algunas poetisas residentes en esta ciudad que están incluidas en su antología. El disparate me parece mayúsculo porque, entre las muchas ideas que Ileana Álvarez intenta esbozar en su prólogo una parece ser determinante: AUNAR
¿Cómo – entonces – se intenta aunar dejando fuera a las protagonistas?
El detalle más visceral en todo este entuerto entre Belkis Cuza Malé y la propia Ileana, se saltó las bardas cuando la segunda, en un intento de explicar tanto desatino político-cultural en Cuba durante estas décadas (me refiero a la segregación por motivos de muy diversa índole) dice:
“Entre una y otra escritora, el lector podrá conocer la obra de una extensa nómina de poetas: unas cultivadoras de las formas clásicas, otras con un discurso experimental; unas residentes en la isla, otras asentadas en otras latitudes del mundo; unas heterosexuales, otras lesbianas; unas conocidas, otras casi desconocidas; unas religiosas, otras ateas… (2)
El mejunje a Belkis no le causó mucha gracia, y en un artículo aparecido en Martí Noticias – expresó:
“Yo no he dado mi autorización para esa antología. Ni para ninguna de ustedes, y mucho menos con supuestas poetas que no las conoce ni su madre y donde se excluyen a otras que son disidentes (…) Además, detesto las antologías racistas, sexistas, o lo que sea. No me interesa ser etiquetada por nada ni nadie. Soy un ser humano, no un sexo (…)” (3)
En este punto, es donde Belkis pierde la batalla. Primero, porque ser disidente no garantiza, per sé, calidad. Aunque yo la entiendo. En esta ciudad de Miami pululan falsos escritores que se atrincheraron en la publicación de sus memorias y sus catarsis, para ocupar un puesto dentro de la élite cultural de la ciudad. Una editorial como Neopress Club se ha cansado de publicar libros de estos disidentes, cuyo valor literario es nulo. Ponderar disidencia en detrimento del valor literario es un error cuyas consecuencias viven a diario muchos escritores en esa ciudad.
Sus palabras, de que la antología solo beneficiaría al régimen castrista, más parecen haber salido de la boca de un Miguel Saavedra trepado en su aplanadora frente al Versailles, que de la boca de una escritora como Belkis Cuza.
También se hace necesario aclararle a Belkis que ella no es quien para juzgar de “Don Nadie” a Fina García Marruz (por ejemplo) Su valía literaria, la de Belkis, se resume en tres menciones ganadas en concursos Casa de las Ámericas. Tres menciones de la cual rescataría su “Cartas a Ana Frank:”
Las otras dos menciones, Belkis, son solo eso: menciones.
(1) Ver más: Catedral sumergida, en Trabajadores.
(2) Idem.
(3) «Escritora rechaza firmemente participar en antología del régimen«, en Martí Noticias.
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