El VII Congreso del PCC y el racismo antinegro en Cuba


Por Alberto Abreu Arcia

Lograr que el VII Congreso del PCC se pronunciara contra el racismo antinegro en Cuba o lo incluyera como parte de su agenda de debates resultaba, en los meses previos al cónclave, un motivo de desvelo para varios líderes y activistas afrocubanos. ¿Qué se esperaba obtener con dicho pronunciamiento? De ocurrir, ¿cuál sería el próximo paso?, ¿cuánto ayudaría esta acción política a cambiar la correlación de fuerzas vigente en el escenario de la lucha contra el racismo y la discriminación racial en Cuba?, ¿se convertiría el esperado pronunciamiento en un arma a esgrimir contra aquellos cuadros políticos, funcionarios y personas que todavía niegan la existencia del racismo en la sociedad cubana?, ¿abriría esta operación las puertas del tan esperado debate público sobre el tema?, ¿permitiría desplegar nuevas estrategias y acciones afirmativas destinadas a lograr el empoderamiento (término que después de la visita de Obama el discurso político oficial amenaza con desterrar de la historia del pensamiento social) de este grupo social secularmente tan desvaforecido?

En lo que a mí respecta, tengo que confesar mis recelos ante estas formas tan verticales de concebir las relaciones de poder, subalternización y otras dinámicas de estigmatización social. Conozco las trampas que subyacen tras ella, lo que encubren y las dominaciones otras que terminan (re)produciendo. Es como viajar de un extremo a otro de la doxa, sin encontrar un punto de fuga.

Pero volviendo, a estos desvelos de los hermanos y hermanas que aspiraban al reconocimiento del racismo antinegro y su inclusión en la agenda del VII Congreso del Partido, se podría decir que uno de los puntos más sugestivos de su Informe Central es la aceptación que hace dicho documento de la supervivencia del racismo contra negros y mestizos en Cuba. Examinemos la manera en que dicha problemática es enunciada dentro de un extensísimo informe que tenía, entre sus innumerables finalidades, pasar balance a la política interna del Partido, los agobiantes problemas sociales, económicos y políticos de la sociedad contemporánea cubana (y en este punto no caben eufemismo), así como el complejo escenario internacional.

“Al propio tiempo -dice el informe- se ha incrementado progresiva y sostenidamen¬te la promoción de mujeres, jóvenes, negros y mestizos a cargos de dirección, sobre la base del mérito en su tránsito gradual por diferentes responsabilidades y las condiciones personales”. Aunque la descripción de la problemática racial que hace el documento está vinculada a ciertas estrategias destinadas a superar un grupo de insuficiencias relacionadas con la política de cuadros, el género, el tránsito generacional y las deficiencias internas de la organización. Es de suponer que dicho enunciado codifique un problema que afecta no solo a la vida partidista, sino a la sociedad cubana en su conjunto.

A manera de un juego de espejos, se me ocurre que esta estrategia que busca la visibilidad y reconocimiento de las mujeres afrodescendientes, descrita por el Informe, pudiera sugerir cierta tensión hacia el interior de la comunidad afrocubana -históricamente tan patriarcal y heteronormativa. Nos lleva a interrogarnos sobre ciertas dinámicas de inclusión y exclusión, (in)visibilidad y representabilidad tanto al interior como al exterior de los distintos grupos, asociaciones enfrascadas en la lucha contra el racismo en Cuba. La necesidad de deconstruir definiciones y categorías, denunciar creencias y prejuicios los cuales no dejan de generar cierta incomodidad o controversia.

Para nadie es un secreto el liderazgo de las afrocubanas dentro de este movimiento (Georgina Herrera, Negra cubana, Daysi Rubiera, Gisela Arandia, Norma Guillard, Maritza López, Hildelisa Leal, Denyni Terry, Magia López, Yasmín Portales y otras tantas). Su labor se expande sobre prácticas y áreas tan diversas como la de producción del saber, el debate en la blosfera, la capacitación en defensa de los derechos y libertades de grupos vulnerables por motivos de racialidad o preferencia sexual, la producción simbólica, el trabajo en las comunidades social y económicamente más desfavorecidas y la gestación de espacios de participación ciudadana y equidad racial seguimos. Gracias a ellas el movimiento antirracista cubano y el activismo contra la discriminación racial ha ido transitando de la machangada a los territorios siempre transgresores y liberadores de las mujerangas y las teorías del afrofeminismo. A través de ellas, también, el cuerpo homosexual de negrxs va gestando su propia mirada: sus reflexiones des (atadas) e intranquilizantes. Pero este último fenómeno, está clamando por la aparición de varios libros y antologías, que más allá de nuestros perjuicios otros, corrobore las iluminadoras dosis de contrainsurgencia y desmontaje emancipador de las percepciones patriarcales y heteronormativas que atraviesan, amén de sus contribuciones, las textualidades de los grandes pensadores de la Diáspora Africana, o muchos de los recientes intentos de construcción de una historia del movimiento negro y su lugar en la historia de la nación cubana, los cuales terminan reproduciendo los mismos paradigmas y la epistemología monolítica y totalizante, la confianza en ese sujeto universal y homogéneo que propugna la filosofía de la historia eurocentrista de la que pretenden liberarse, con sus dominaciones, exclusiones y silencios en torno a la mujer, las lesbianas, los gays. Como dicen el sugerente verso del poeta homosexual afronorteamericano Essex Hemphill “pero no tiene sentido que los esclavos tengan esclavos”.

Retornemos a estos dos párrafos del Informe relacionados con la problemática racial. El documento reconoce: “No obstante, tampoco nos sentimos complacidos con los resultados alcanzados porque persisten viejos hábitos y prejuicios que cons¬piran contra la política de cuadros del Partido”. Y a continuación enfatiza: Deberá proseguirse sin tregua el combate contra cualquier vestigio de racismo que obstaculice o frene el ascenso a car¬gos de dirección de los negros y mestizos, cuyo peso especí¬fico en el total de la población cubana ha seguido elevándose de censo en censo”.

Sobre este último tema, el del censo, recordemos que su metodología y resultados estadísticos han provocado controversias y miradas de desconfianza no solo entre algunos académicos y activistas contra el racismo, sino también dentro del movimiento LGBI cubano. (A propósito de ello, al referirse a la lesbofobia, la activista afrocubana Norma Guillard lamenta: “En Cuba aun no contamos con la posibilidad de saber de los más de 11 167325 millones que tenemos en la población cuántas personas son lesbianas y cuántas bisexuales y mucho menos tener una idea de cuántas se asumen como lesbianas”).

Como se puede apreciar, en relación con la presencia del componente racial negro dentro de la población cubana actual, el Informe si bien no señala su preponderancia, lo ubica como un elemento de movilidad y en ascenso. Esta observación presupone para el activismo antirracista y la sociedad civil cubana readecuar sus estrategias de acuerdo al nuevo escenario político, económico e internacional que vivimos. Al llegar aquí, no sé porque motivos, y más allá de las diferencias de contextos y el tiempo transcurrido, me vienen a la memoria las palabras de Bayard Russting, -líder afroamericano abiertamente gay, defensor de los derechos para gays y lesbianas y asesor de Martin Luther King sobre las técnicas de la resistencia no violenta- pronunciadas en su discurso “La Revolución negra en 1965”, en el Centro para las Instituciones Democráticas de Santa Bárbara, California, allá por el lejano Otoño 1964, cuando afirmó: “Es decir, queremos nuestra rebanada de ese pastel. Nosotros no queremos cambiarlo de vainilla al chocolate. Queremos de la torta, nuestra parte de ella, y la queremos ahora. Ese es el objetivo consciente del movimiento negro”.

Desconozco los debates que estos párrafos suscitaron entre los delegados del congreso. Sin embargo, cabría preguntarse sobre las presuntas implicaciones e impactos en la escena de la lucha contra el racismo antinegro y la constelación de voces, actores sociales, agendas y propuestas que hoy en día confluyen hacia el interior de este escenario batallas; así como las estrategias que estas organizaciones y líderes antirracistas seguirán para que sus demandas aparezcan reflejadas en la Conceptualización y las bases del Plan Nacional de Desarrollo que según se anunció serán debatidos por los militantes del Partido, la Juventud militancia, representantes de las organizaciones de masas y de amplios sectores de la sociedad con la finalidad de enriquecerlos y perfeccionarlos. Desde luego, el hecho que nuestra voz sea audible en estas discusiones y que nuestras demandas, a favor del empoderamiento o de la implementación de políticas y estrategias más justas para negras y negros, mulatas y mulatas, sean escuchadas, será consecuencia de la fortaleza y unidad del movimiento antirracista cubano, hablará de nuestros visibles avances y retrocesos en esta lucha. Por eso me pregunto, si estaremos listos para este momento.

Foto de portada: Abelo

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