Voy a contarles algo, cuyas ganas de compartirlo me han surgido al leer los comentarios acerca de la activista de origen colombiano y (seguramente) nacionalizada sueca, quien tuvo la valentía de enfrentarse pacíficamente, puño derecho en alto, a unas 300 personas que participaban en una marcha neonazi en Borlange, Suecia.
Como era de esperar, muchas han sido las reacciones a dicho acontecimiento. De todas ellas la que me ha resultado muy interesante es la que apunta que esa mujer, de cuarenta y tantos años, al haber sido adoptada cuando era una beba, y por tanto crecido en Suecia, no sufría el racismo tal como (supuestamente) se vive en Latinoamérica. Como dijo alguien en las redes sociales, el hecho de haber nacido en Cali «… convierte el asunto en una mera anécdota irrelevante».
Entonces a dónde iba: aquí en estos países, donde la mayoría de la población es «blanca», quienes provenimos de otros rincones de la Tierra -especialmente las personas negras-, siempre somos percibidas como extranjeras, hablemos bien o mal la lengua, tengamos éxito o no en nuestro trabajo, llevemos 5 o 30 años viviendo acá. Cabe añadir que sucede lo mismo para quienes han nacido en estos lares, y tienen otro color de piel que no es blanco, como los afroalemanes, a ellxs también los coge la ola de la discriminación racial.
Particularmente en Alemania, se trata de un racismo sofisticado que se esconde tras ciertas preguntas, denominaciones o afirmaciones, como por ejemplo: «cuál es tu lengua madre»,» … pero llevas muchos años acá porque hablas muy bien el alemán»y «productos exóticos». Y digo que es sofisticado porque es cierto que no sucede con frecuencia lo que en en mi país de origen, que en plena calle te pueden gritar «tenía que ser negra». Acá cualquier referencia despectiva al color a la piel puede ser sancionada por la ley y ni siquiera los formularios oficiales lo tienen en cuenta. Sin embargo, existe un consenso social de que para hablar su lengua, tienes que 1) haber nacido acá 2) si naciste pero no eres rubio, entonces no eres alemán 3) lo procedente de otras regiones es «exótico».
Cuando me preguntan de dónde vengo y respondo como es debido, rápidamente sobrevienen todos los estereotipos y creencias que en Alemania se comparten de manera acrítica sobre las mujeres negras, las negras cubanas y sobre el Caribe. Todo condensado y espeso difícil de digerir y desmadejar.
De esta manera, creer que Maria Teresa Tess Asplund por haber vivido desde su infancia Suecia no haya experimentado la discriminación racial es un ejemplo de la ignorancia que se tiene sobre el tratamiento que recibimos las personas racializadas en Europa. Seguramente esta activista ha tenido que explicar mil veces que cualquier ser humano puede aprender una lengua como un nativo de un país, inclusive las personas negras. Seguramente también le ha tocado esclarecer por qué es negra si su padre y su madre (adoptivos) son blancos, y dudo que haya tenido algún tipo de apoyo para poder crecer como negra en una familia que no lo es.
Valdría la pena también considerar que hace 40 años había muy poca gente negra en Europa, de manera que es muy posible que el racismo vivenciado fue lo que la ha convertido en una activista. En ese entonces, en la sociedad europea en la cual le tocó crecer, existían manifestaciones de racismo mucho más evidentes, estigmatizadoras y vejatorias que las actuales. En estos momentos todo es subteripcio, solapado de manera que a veces resulta difícil poder desenmascarar.
Y la gente negra lo sabe, sabe que somos una «raza», un solo pueblo en estas sociedad tan supuestamente homogéneas. Y por eso nos saludamos en la calle y nos prestamos auxilio aunque no nos conozcamos, lo cual es un acto que conecta mucho con la esencia humana, en una sociedad donde los extraños ni siquiera chocan las miradas.
Foto tomada de Se lo explico con plastilina
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