Sojourner Truth: ¿Acaso no soy yo una mujer?


“Ese hombre de allí dice que las mujeres necesitamos ser ayudadas con carruajes, ser levantadas al pasar las zanjas, y que, en cualquier parte, debemos tener el mejor lugar. Nadie me ayuda nunca con los carruajes, ni me levantan al pasar las zanjas, o los charcos de barro, ¡ni me ceden el mejor lugar! ¿Acaso no soy yo una mujer? ¡Mírame! ¡Mira mi brazo! He arado, plantado y recogido en los graneros, ¡y ningún hombre encabezó mi tarea! ¿Acaso no soy yo una mujer? Podía trabajar y comer tanto como un hombre (si es que tenía), ¡ y llevar el látigo también! Acaso no soy yo una mujer? He parido trece hijos y he visto cómo la mayoría de ellos eran vendidos como esclavos; y cuando lloré con la pena profunda propia de una madre, ¡nadie excepto Jesús me escuchó! ¿Acaso no soy yo una mujer?”

Fragmento de la intervención de Sojourner Truth en la Convención de Derechos de la Mujer en Akrón en 1852.

Tomado de «Apuntes para una genealogía del pensamiento feminista negro«, Mercedes Jabardo Velesco, en Revista Pueblos.

Imagen de portada: Yeni Miranda. Tomada de Fotógrafas cubanas.

2 comentarios sobre “Sojourner Truth: ¿Acaso no soy yo una mujer?

  1. Qué triste! Me he acordado de un cuento de Mark Twain que si mal no recuerdo se llama «Como me lo contaron te lo cuento», en donde narra la historia de una señora esclava que trabajaba en su casa desde que él era un niño. Cuenta Twain que era la señora más simpática y alegre que él hubiera conocido jamás. Él le pidió que le contara por qué era tan alegre, sonriente y feliz y ella le cuenta su historia de cuando fue vendida como esclava con sus hijos y marido, y de cómo le fueron vendiendo los hijos uno a uno hasta que se quedó sola y nunca más ha vuelto a saber de ellos. En la guerra de Secesión en EU, un día entró un soldado a la hacienda en donde ella estaba, y reconoció a su hijo más pequeño y él a ella, se quedaron mirando asombrados y luego se fundieron en abrazos y lágrimas. Estuvieron juntos un rato y luego él se fue. Esa fue la última vez que lo vio. Termina diciendo: «No tengo nada de qué alegrarme ni ser feliz».

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