Rapear el feminismo de otra manera: Hip-Hop y modos alternativos de producir conocimiento


Por Julia Roth

Después de mi primera visita a Cuba escuché la música del colectivo afrocubano de hip hop “Krudxs Cubensi”. Me quitó el aliento. En su canción “La gorda”, ellas celebran el cuerpo negro femenino, redondo, denunciando de este modo los conceptos hegemónicos de belleza junto a las corporalidades racistas y sexistas, y celebrando la belleza y bendición de sus cuerpos diversos; mientras que en “Resistiendo” reclaman la solidaridad de múltiples grupos (“mujeres, gente negra, queers, migrantes…”) para luchar frente al lastre colonial y a las desigualdades que por él aún persisten. Sentí que, en estos dos videos musicales, estas artistas me enseñaron más sobre el feminismo, las desigualdades, el empoderamiento de las mujeres y los sistemas interdependientes de la opresión, que lo que yo podría enseñar en dos semestres de clases dedicados a estudios de género, temas que suelo dar en diferentes universidades de Alemania.

Para las y los que no las conozcan, “Krudxs” son: Odaymara Cuesta (Pesita) y Olivia Prendes (Pelusa). Su obra comenzó a repercutir socialmente en La Habana, mientras hacían teatro experimental en los años 90 —junto a Llane Alexis Domínguez, Odalys Cuesta (Wanda Kruda) y Joel Feal con la “Agrupación de Creación Alternativa Queer” y “Vegana Cubensi” (haciéndose más tarde conocidas como “Gigantería y Tropazancos Cubensi”). En 1996 fundaron el grupo OREMI, la primera organización creada y dirigida por lesbianas negras en La Habana. En 1998, se constituyeron en la agrupación “Krudxs Cubensi”, y fueron la primera constelación feminista dentro del movimiento hip hop en la Cuba de esa época. Por esos tiempos también estaban otras artistas de hip hop como Instinto, Mariana, Yula, Explosión Femenina, así como la rapera Magia del grupo “Supercrónica Obsesión”, la cual también desde el principio presentó temas de mujeres negras (por ejemplo, en su canción “La llaman puta”, sobre el jineterismo y en contra de los estereotipos que encuentras en las trabajadoras del sexo).

“Krudxs Cubensi” pertenecen a la vanguardia del movimiento de hip hop cubano que empezó a denunciar el racismo. Fueron el único grupo abiertamente lésbico luchando en contra de las opresiones múltiples y a favor del empoderando a las mujeres; especialmente las mujeres negras luchando contra el sexismo, la homofobia y transfobia, persistentes en la Isla. Todos estos asuntos hasta ese momento habían sido poco o nada expuestos en el marco del relato revolucionario cubano. En su discurso, “Krudxs”, desenmascaran las opresiones hasta en sus mutaciones más actualizadas, como puede percibirse en canciones como “Resistiendo” o “Amikimiñongo” también conocida como “500 años, basta!”

De este modo, la política de “Krudxs” ha sido, a la vez, personal y colectiva, tanto local como transnacional o global. Ellas tematizan aspectos de la situación cubana pero siempre en conexión con las relaciones y condiciones trans-locales históricas y actuales, al tiempo que formulan la resistencia como un proyecto trans-local y solidario. En su canción “No me dejaron entrar en España”, por ejemplo, parten de su experiencia personal al haberles sido denegada la entrada a España para denunciar la injusticia de los sistemas racistas opresivos supremacistas norcéntricos y reclamar los derechos que tenemos todas y todos las y los humanos de libre movimiento y libre expresión. En su canción “Mi cuerpo es mío”, de su álbum “Poderosxs” (2014), se posicionan como afro- latinoamericanas y caribeñas (“orgullo de mi gente, y de mi cuerpo dueña”), y en el video incluyen imágenes de marchas de protestas de mujeres indígenas y mujeres musulmanas, entre otras, resistiendo contra la violencia policial, recordando asimismo, la larga lucha de “mujeres de letras, de arte, de mañas” desde posiciones identitarias- políticas muy distintas, “negras, heroínas, blancas, chinas, todas chamanas, indias, hermanas.”

En 2004, en La Habana, Odaymara y Olivia fundan junto a Dj LeydisDanay Suárez, Dj Yary, Nono, Magyory, el colectivo de mujeres de hip hop “Omegas Kilay”, y en ese mismo año y en La Habana también, Odaymara y Olivia junto a otras compañeras fundan “Oremi”, primera organización para mujeres lesbianas y bisexuales en el país. Desde 2006 Odaymara y Olivia viven en Austin, Texas, desde donde desarrollan su “artivismo” internacional.[1]

En Brasil y el Caribe —entre otras muchas regiones—, las feministas afrodescendientes se han ido organizando durante mucho tiempo para luchar en contra de las opresiones múltiples que han sufrido, desde la esclavización y el sistema brutal de las plantaciones operado mediante el trabajo de afrodescendientes esclavizados. Como señala la historiadora y activista jamaicana Verene Shepherd en su brillante estudio sobre las mujeres bajo el sistema de la esclavización: “las mujeres afrodescendientes esclavizadas en las Américas siempre y de modos muy distintos, han resistido su opresión, deshumanización, violación y explotación. En Cuba, ya entre los años 1888 y 1889 (poco después del establecimiento de las Nuevas Leyes de Imprenta), fueron mujeres afrodescendientes las que publicaron la revista Minerva, en la cual daban voz a sus demandas políticas, creando así, por primera vez, un espacio público de representación de las mujeres negras en la Isla como autoras y editoras, presentando mujeres afrodescendientes en la portada de la revista”. En su contribución para el volumen Afrocubanas (2011), María del Carmen Barcia Zequeira considera a las creadoras de Minerva como las precursoras de la lucha social y política que las mujeres cubanas proseguirían posteriormente.

A partir de los años 80, las feministas latinoamericanas empezaron a organizarse de manera transnacional en los “Encuentros Feministas Latinoamericanos y Caribeños”. La primera década de estos encuentros estuvo marcada por la negociación de políticas a llevarse a cabo, así como por la producción de identidades feministas. Surgieron algunos conflictos entre las llamadas feministas(quienes reclamaron autonomía frente a otras luchas sociales) y las políticas/o militantes, que subordinaron la lucha feminista a objetivos sociales de mayor envergadura. Asimismo, del emergente movimiento brasileño, surgieron voces representativas que expresaron el abandono del tema del racismo del debate feminista. Ya en el “Congresso das Mulheres Negras Brasileñas” de 1975, las feministas negras presentaron el “Manifesto das Mulheres Negras” y mostraron cómo las prácticas de dominación racial habían determinado las relaciones de género en Brasil. Estas mujeres construyeron un discurso que el colectivo “Combahee River Collective” haría llegar algunos años después a Estados Unidos.

Las voces feministas del Caribe han recibido poca atención en la Academia, (léase “De los países del Norte”) al igual que en las narraciones de una tradición negra radical en las Américas (véase Perry 2009). Con respecto a la circulación asimétrica de conocimiento queer y feminista, la región del Caribe muchas veces sigue siendo considerada –desde la perspectiva del objeto de conocimiento Occidental– como lugar de sexismo, de racismo, de la prostitución y del turismo de sexo o del machismo, y para nada como lugar de prácticas feministas anti-racistas. Una división binaria unívoca entre el centro y la periferia de la teoría “relevante” aparece como omnipresente definiendo, en las palabras de Sylvia Wynter, quién y dónde están los “donantes y los/las preceptores de la teoría” (“theory-givers/(and the) theory-takers”).

En la Cuba post-revolucionaria, las desigualdades de género y raza por mucho tiempo fueron tratadas como contradicciones menores, ya resueltas por los logros de la Revolución, que garantizaba la integración de las mujeres y las (y los) afrodescendientes a la fuerza laboral, garantizando además la guardería estatal para los niños y las niñas. Por ende, las organizaciones de mujeres no se llamaron “feministas” y trabajaban más bien para los intereses de aquellas mujeres que luchaban en contra de las desigualdades de género. Con la crisis socio-económica provocada por la caída de la Unión Soviética en los años 90, las desigualdades de género y raza se vieron reforzadas y se visibilizaron más con la apertura del mercado en muchos sectores de la sociedad cubana.

En los años 90, un grupo de mujeres provenientes de profesiones y campos de acción muy distintos, formó la Asociación de Mujeres Comunicadoras —MAGÍN— basada, como me contó Daisy Rubiera, una de las protagonistas, en la necesidad percibida de aprender del feminismo y relacionarlo al concepto de género. El grupo como tal, existió solamente tres años, pero sus miembros siguen en diálogo y practican políticas feministas y anti-racistas desde numerosas posiciones, lugares, y espacios. Un libro de testimonios recopilados por miembros de MAGÍN, ha sido publicado recientemente con la ayuda de una ONG y sin aporte alguno de fuentes del Gobierno o editoriales cubanas, ya que hay poco interés de hacer visible esa historia.

El testimonio de Reyita, sencillamente. Testimonio de una negra cubana nonagenaria (por Daisy Rubiera Castillo, 1997) y Afrocubanas. Historia, pensamiento y prácticas culturales (2011) discuten las dimensiones entrelazadas de la(s) desigualdad(es) basándose en las opresiones raciales, de clase o de género, así como en el contexto de la marginalización geopolítica e histórica heredada de legados coloniales. Pero hay poco fomento para la publicación de un segundo libro que el grupo de Afrocubanas está planeando a partir del momento en que Roberto Zurbano, quien puso mucha fuerza en la circulación de temas afrocubanos y anti-racistas, no es más el editor responsable de la Casa de las Américas.

Otros ejemplos de este tipo de manifestaciones son las intervenciones recientes de feministas caribeñas, como las que aparecen en el volumen Daughters of Caliban (1997), y en los blogs feministas “Negracubana tenía que ser” así como el “Directorio de Afrocubanas” de Sandra Abd’Allah-Álvarez Ramírez, “Mi vida es un fino equilibrio” de Yasmín S. Portales Machado, o “Afromodernidades” de Alberto Abreu (sobre temáticas queers y masculinidades), entre otros. En efecto, a causa del gran legado colonial y de los procesos de migración (históricamente a veces forzados), de las variadas interrelaciones entre estos elementos como las “creolizaciones”, las intervenciones, y resistencias de las feministas afrocaribeñas en la diáspora, han contribuido y continúan contribuyendo al desarrollo de una noción particularmente multifacética de las políticas feministas.

Daisy expresó la importancia que posee el hip hop para el feminismo afrodescendiente y anti-racista en la Isla, y en ese contexto el rol de grupos como el de Krudxs como “fuente de inspiración y de cura. De modo similar, todas las feministas activistas y académicas con las que tuve la suerte de dialogar en la Isla en el 2015, me confirmaron que para el contexto reciente cubano, el hip-hop posee un interés particular. La música se da entonces como una herramienta o un medio especialmente apto para la práctica feminista (antirracista, anti-homofóbica etc.). En el importante trabajo de la activista e investigadora negra norteamericana Ángela Davis se destaca el rol de las mujeres del blues para el feminismo negro popular. En su libro Blues Legacies and Black Feminism, Davis analiza cómo las mujeres del blues le dieron voz a las experiencias de mujeres negras de la clase trabajadora, y en muchos sentidos, preparando el camino para numerosos tópicos a los cuales las feministas iban a dirigirse más adelante (como la violencia de género, el amor libre).

En cuanto al hip hop en relación al feminismo afroamericano en Estados Unidos, la socióloga afro-norteamericana Patricia Hill Collins argumenta en su libro From Black Power to Hip Hop. Racisms, Nationalism, and Feminism, que el feminismo hip hop de hoy sirve como herramienta para comunicar temas feministas a (y dentro de) públicos más amplios y menos académicos. Según la autora, el género comercial de hip hop tiene el poder de oprimir y liberar a la vez, ya que lo hace de maneras contradictorias, o por lo menos ambiguas (si se piensa en las articulaciones sexistas y homofóbicas en el mismo género). Hill Collins les adscribe a las “feministas hip hop” un nuevo enfoque del paradigma “lo personal es político”, lo cual ha sido eje de la acción y de la teoría feminista por mucho tiempo, constituyendo una relación directa y necesaria entre la teoría y la práctica. Sin embargo, aunque los aspectos que menciona la autora me parecen importantes, el enfoque de Hill Collins queda en mi opinión más bien limitado a lo local y provincial, ya que ella se refiere solamente al contexto estadounidense.

En esa discusión falta además el reconocimiento de formas no-académicas, no-teóricas, y no-escritas de conocimiento feminista antirracista. En mi trabajo, me interesa la diversificación de la producción de conocimiento feminista y las maneras de imaginar epistemologías feministas de otra manera, para crear otros saberes y una comunidad/solidaridad. Me interesan especialmente los orígenes múltiples del hip-hop y las maneras en las que el hip hop ha viajado a muchos lugares y se expresa en una gran variedad de formas y contextos, así como los modos en el que el género hip-hop sirve como herramienta para comunicar temas feministas más allá de las fronteras físicas y culturales. Este aspecto me lleva otra vez a Krudxs. Hace poco tuve la oportunidad y el honor de entrevistar a “Krudxs” en Austin, Texas, donde las artistas se encuentran actualmente. Les pregunté sobre el uso que hacen del hip hop como forma de protesta de origen en Estados Unidos, muchas veces marcado por el androcentrismo y el sexismo y la homofobia. Me respondieron de la manera siguiente:

Olivia Prendes: ¿Que vienes del Norte?, Yo sé que no es así, del Caribe pa’ todo el mundo, y en Cuba te conocí! —dice una de las letras de uno de los temas del hip-hop.

Odaymara Cuesta: Yo siento que aquí en Estados Unidos fue donde se comercializó el hip-hop, donde se impuso la cultura hip-hop. Pero yo pienso que mucho antes de eso existen comunidades que cuentan a través de la música y a través de la historia entera qué pasó, como contar que va venir la lluvia. (…) Es como el hip-hop, la música de los barrios, música de la gente para expresar su incomodidad, cómo se siente contra el sistema.

Olivia Prendes: Y realmente, sí vino del Norte, pero aquí al Norte llegó también desde el Caribe, porque fueron de Jamaica, y de todos estos países que llegaban las personas como migrantes y con esas tradiciones. Y llegaban al área de la costa Este como Nueva York principalmente. Y allí empezó a hacerse popular y a desarrollarse. Pero realmente la tradición como llegó allí fue desde el Caribe. (…) Era muy hermoso lo que veíamos de nuestros hermanos hablando de problemas del clasismo, del racismo, de discriminaciones, de situaciones adversas, también de celebración. Pero el espacio de las mujeres, y mucho más de las mujeres queer, estaba vacío, no estaba pasando nada. Así que, nosotras decidimos ocupar ese espacio.

En el reclamo de “Krudxs” yo veo expresada una forma particular de discurso, empleada para representar “un Caribbean feminism” (la línea de su canción “Resistiendo”) en la tradición de lo que Roberto Zurbano describe como una función “revolucionaria” del hip hop cubano, basado en su ímpetu anti-imperialista y anti-eurocentrista, que él llama “cimarronaje cultural” –un término ya antes pronunciado por Wanda Kruda (desde el 2003)[2]:

No obstante, el movimiento hip hop de los años 90 y 2000 ha dado sus frutos. Aunque este movimiento en este momento tal vez no sigue siendo tan relevante como lo fue durante su apogeo en los primeros años del nuevo milenio, yo objetaría la visión pesimista de la artista “spoken word” Afibola Sifunola que considera el estado del movimiento hip hop cubano como “comatoso.” Aun cuando muchos artistas han abandonado la Isla, siguen existiendo allí grupos de personas que constantemente tematizan asuntos políticos, movilizándose públicamente en pos de la articulación de una crítica antirracista, anti-colonial, y anti-sexista. Por otra parte, muchos artistas que se fueron de Cuba, continúan el diálogo con sus compañeros y compañeras en la Isla. Los raperos Magia López y Alexey Rodríguez ‒por citar solo a algunos de ellos‒, siguen organizando peñas de hip-hop en el barrio de Regla. Yo misma tuve la suerte de asistir a un concierto impresionante en la F.A.C. (Fábrica de Arte Cubano) con artistas de Estados Unidos y Puerto Rico, junto a grupos jóvenes cubanos. En un momento de ese evento, las raperas “La Real y La Reina”, durante el “fin-de-fiesta”, tomaron el escenario antes ocupado por artistas masculinos, reclamando su espacio y cantando “dime que tú quieres, siempre están las mujeres,” y luego presentaron sus canciones feministas como “Que se queme el arroz”.

Últimamente, hay un creciente interés de artistas internacionales –sobre todo de Estados Unidos– en dialogar con los y las hip-hoperas y hip-hoperos cubanos, tendencia que muy probablemente va a continuar y, además, crecer. “Krudxs” practican su lucha a nivel translocal. Últimamente, hicieron llegar su arte “muy necesario” a lugares como México, Colombia, España, Francia, Austria y Alemania.

Los grupos de hip hop como “Obsesión” (recordemos canciones como “Túmbenlo” y todo  “El Disco Negro”) y “Krudxs Cubensi” (en “Resistiendo” o “Akimiñongo”, entre otras), muestran en su arte una conciencia particular de los legados coloniales y de las dinámicas persistentes del poder en sus expresiones específicamente “racializadas” y “en-generadas”, típicas del pensamiento y de las prácticas afrocaribeñas. A partir de esta posición crítica, estos grupos están creando espacios alternativos de encuentro, más allá de las diferencias y de las fronteras geopolíticas, racistas, y sexistas. Aunque excluidos o no, enfocan el carácter múltiple de la exclusión, la desigualdad, y la opresión.

Además, llaman la atención de los entrelazamientos muchas veces escondidos y de los diálogos entre los conocimientos, las prácticas, y las formas de conexión locales y globales, vinculados al proyecto de pensar nuevas formas de solidaridad y convivencia. Los feminismos establecidos (norteños, académicos, etc.) pueden ganar mucho con la inclusión y el diálogo con el “Nu Caribbean Feminism” (Krudxs), y para crear nuevos espacios en el proyecto de la descolonización de los saberes dominantes, la circulación desigual de los saberes y conocimientos legados de las desigualdades coloniales, heteronormativas y racistas. El hip-hop como lo representan y viven Krudxs representa así una manera de “rapear el feminismo de otra manera”.

NOTAS:

[1] Véase http://www.krudascubensi.com/es/

[2] Véase https://www.youtube.com/watch?v=5JvJ1qIxcu4.

[3] Charla ofrecida el 18 de mayo de 2015 en el Instituto Latinoamericano de la Freie Universität Berlín, notas de la autora.

Tomado de Cubaposible.

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