Era el mes de agosto de 1982, ya se estaban acabando las vacaciones y en septiembre comenzaba una nueva etapa en mi vida escolar, la secundaria básica. Era emocionante pues como adolescentes ya nos creíamos personas adultas.
En una ocasión, estando en casa, alcancé a escuchar una inusual conversación entre mi madre y mi abuela; esta última se negaba rotundamente a que me hicieran el famoso desriz, pero no había otra solución pues pasaría mucho tiempo sola en una escuela al campo y la pregunta era entonces: ¿Quién me iba a peinar cada día?
Ahí comenzó mi largo andar por el mundo de las desrizadas y siempre me preguntaba: ¿Porqué mi abuela defendía tanto mi cabello natural? Y en honor a ella, me prometí que un día lo dejaría crecer.
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Pasaron los años y en un caluroso verano en La Habana, cerca de la esquina de Tejas, tomé la decisión de hacer un gran corte. A regañadientes el barbero lo hizo y lo lamentó mucho; todavía recuerdo su cara de tristeza.
Intenté mantener mi promesa, pero el desconocimiento pudo más que todo. Crecía el cabello, lo desrizaba nuevamente y lo volvía a cortar. Así llegue a la impresionante cifra de 5 grandes cortes. La desinformación sobre cómo tratarlo, como bien dije antes, era inmensa; por lo tanto no estaba preparada para dar ese paso aún y mucho menos tenía cerca a alguien que me supiera guiar en ese asunto.
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Años más tarde, la misma pregunta rondaba mi cabeza, sin hallar respuesta alguna. Hasta que un día sucedió algo muy triste que me dejó muy marcada. Perdí un ser querido y, como consecuencia, mi cabello se debilitó de una forma impresionante. Entonces me dije que era el momento de dar el gran paso. De esta forma comencé mi andar en el descubrimiento de mi cabello, la transición de químicamente laceo a natural, que incluía ir cortando las partes dañadas poco a poco.
El inicio fue muy duro pues no tenía ni la más remota idea de cómo manejarlo. Añadido a lo anterior, uno de los miembros de mi familia se negaba rotundamente al cambio; así que me tocó convencerlo; hasta tuve que llegar a decir que yo había nacido con mi cabello rizado y no lacio.
Les cuento que en este proceso vinieron momentos de crisis, pues el cambio es drástico, pero tenemos que estar preparadas para ello. Uno de esos días, en los que el cabello no estaba ni corto ni largo y lo veía extremadamente raro, anuncié que me lo iba a desrizar nuevamente. Cuál fue mi gran sorpresa cuando este miembro de mi familia me dijo rotundamente: «¡Ni te atrevas; después de lo que te ha costado convencerme y ahora me gusta mucho tu cabello natural!»
¡¡¡Hurra!!! ¡¡¡Qué alegría!!! Al fin pude sentir el apoyo total, fue un momento muy especial para mí.
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Aquí estoy. Ya han pasado 2 años y seis meses. Tengo que decir que ha sido una de las desiciones más sabias e inteligentes que he tomado en mi vida. Puedo gritarlo a los cuatro vientos: ¡¡¡Soy muy feliz y sobre todo libre!!!
En este tiempo he aprendido muchísimas cosas; por ejemplo, que nuestro pelo tiene diferentes tipos de porosidad y que para no tener problemas, hay que tener ese indicador en cuenta, a la hora de escoger los productos que se van a usar.
Además, ya sé que nuestro cabello no es malo sino diferente. Es de una belleza única y eso es maravilloso. Cuando aprendes ciertas técnicas y sigues algunas rutinas nuestro cabello se luce, encantándote, sorprendiéndote y sobre todo enamorándote.
Lo más impresionante de todo ha sido constatar como se logran resultados espectaculares con solo ir a tu cocina y darle riendas suelta a tu imaginación, después que conoces las propiedades de determinados productos que encuentras en ella. No menos importancia tiene el jardín, el patio y hasta el bosque, donde las plantas y las flores nos regalan sus más variadas propiedades.
Cuando estás frente al océano y miras a lo lejos nos parece infinito, ¿verdad? Pues así me siento yo con todo lo que aprendido, descubierto, investigado y sigo descubriendo en este amplio mundo de nuestro cabello natural. Siento una pasión y un amor enorme por nuestro pelo, que es hermoso independientemente de su tipo, cada día se vuelve más interesante. Eso realmente me agrada y me hace sentir plena.
Creo y espero que Abuela sea feliz donde quiera que esté, viendo que finalmente mi cabello está de regreso y lo estoy cuidando con mucho amor y dedicación.
Gracias Abuela por haberme enseñado en aquel instante que debemos defender nuestra identidad a toda costa y que tenemos que aceptarnos por lo que somos.
GRACIAS.