El día que puse un pie en la Facultad de Psicología hice una simple “observación demográfica”: «aquí los negros somos pocos, me dije. En el claustro de profesores también. Poquísimos, negras solo un par.
Yo venía de uno de los mejores preuniversitarios del país, en el cual ya había constatado que en esa Cuba de los ochenta-noventa ya existían, sino clases, al menos estratos sociales. Era hija de una costurera y de un padre ausente. Los recursos en casa eran los mínimos y porque aquella época no existía ningún tipo de ayuda que no fuera la cantidad de veces que mi madre nos dijo, que la única vía para salir de la pobreza era bajar la Escalinata universitaria.
Con el tiempo, continúe con la observación participante, que para el momento yo explicaba como neta curiosidad: los chicos negros noviaban, casi estrictamente, con chicas blancas. Creí que el amor todo lo podía y que la demografía le ayudaba.
El matadero de Lawton
Año 93 crudo y duro. Yo embarazada. Y en Lawton se vivía en una especie de burbuja cárnica. Con un mísero dólar, que por aquel momento equivalía a 120 pesos, podías comprar picadillo para que la familia cenase. Me sentía tocada por la bendición del tráfico que llenaba refrigeradores, frizzer y demás aparatos congeladores. Era tan simple como caminar una cuadra y ya me encontraba en el emporio habanero de la carne.
Con los sacos de carne, que en ocasiones habitaban en la zanja como huella de un robo infructuoso, aparecieron las motos, los autos, cadenas blin blin, casas amuralladas, un cúmulo de cosas muy llamativas para un insignificante barrio de un marginalizado municipio.
Y también llegaron las rubias, sentadas al lado o detrás, en dependencia del vehículo, de aquellos hombres negros estibadores, fregadores de cajas de picadillo, choferes, etc…
¿Cuántos negros famosos conoces que hayan seguido con sus parejas negras después del éxito? Una indagación feisbuquera
A veces me levanto con cierto escozores que la vida me produce. Las redes sociales me sirven entonces para vertirlos y aprender. Intento incitar al debate y luego me repliego a leer. Una de esas jornadas, mientras conversaba con una amiga, me propuse sacar a la luz la hipótesis de Lucía, una buena cantidad de hombres negros “famosos” o “populares”, luego de haber “ascendido” en la escala de reconocimiento social, solo se emparejan con mujeres blancas.
Lucía, bruja por vieja, lleva una lista minuciosamente confeccionada y rigurosamente actualizada de esos hombres, quienes ejercen las más disímiles profesiones y funciones, desde deportistas, políticos, investigadores, hasta músicos; estos últimos son los que sin duda dan carácter de multitud a este asunto.
Que si Choco, Alden Knight o… El número no llegó a la veintena. Poquísimos negros cubanos de renombre deciden compartir el éxito, como anteriormente las penas, con las mujeres negras que les vieron crecer como profesionales.
Mi indagación llegó más lejos, otro de esos días decidí preguntarle a los propios hombres negros. El silencio también es respuesta.
Foto de portada: Abelo.
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