José Martí y Zayas-Bazán y su rol en la Masacre de los Independientes de Color


Es un secreto a voces, que el segundo capítulo de 1912: Voces para un silencio, documental de la reconocida cineasta cubana Gloria Rolando, no ha sido televisado en Cuba, pues muestra irrefutablemente la participación activa de José Martí y Zayas-Bazán, el Ismaelillo, por entonces Brigadier del ejército republicano, en la masacre de los Independientes de Color.

Por su parte, el historiador y abogado Julio César Guanche ha compartido recientemente documentos que vuelven a situar el debate sobre el rol del Ismaelillo; quien tuvo el cargo de Mayor General Jefe de las Fuerzas Armadas de la República durante mal llamada «Guerrita del 12».

Con la autorización de Guanche reproduzco lo que él publicó en su muro.

Declaración del presidente José Miguel Gómez ante los sucesos de 1912

Proclama del presidente al pueblo de Cuba.

«Los atentados a la civilización, los ultrajes a la humanidad y las injurias a la patria, perpetrados por las facciones en rebeldía, sin respetar siquiera los fueros del hogar, colocan al gobierno, con cuya presidencia me honro, en situación de proceder tan enérgicamente, como cuando es preciso defender, a costa de los más grandes sacrificios no solamente las instituciones republicanas y el gobierno propio, sino la honra nacional. No puede en manera alguna permitirse que en pleno siglo XX, en un país tan culto como el nuestro, una sociedad como la nuestra, que tiene títulos sobrados para ser respetada y respetable, consienta que turbe un momento más su paz moral y material esas manifestaciones de feroz salvajismo que realizan los que se han colocado, especialmente en la provincia oriental, fuera del radio de la civilización humana.

Ha llegado, pues, el instante de que todos los ciudadanos (útiles?), de que todo hombre digno del título de tal, cualquiera que sea su raza, se apreste para servir a la noble causa en cuyo nombre hablo, haciéndome eco de los sentimientos expresados al gobierno por la casi totalidad del país y de los nobles sentimientos de los corazones cubanos. La hora es de reacción inmediata. Los bárbaros atentados a la cultura pública y a la dignidad nacional, realizados por los que proceden movidos por instintos feroces, obligan a todo hombre civilizado a defender su derecho vulnerado en los derechos de todos, para acudir con el arma al brazo a ser de los primeros en tomar puesto en las filas de la defensa nacional. Me dispongo a terminar brevísimamente la actual campaña, a fin de aniquilar el movimiento armado en la República, que sonroja los rostros de los hijos de un pueblo valeroso, digno y de vergüenza; dicho sea esta última expresión apelando al vocablo que en crítica situación para los revolucionarios del 68 sirvió al inmortal Agramonte para levantar más el espíritu público y hacer que prosiguiera la jornada gloriosa.

El ejecutivo espera que el Congreso votará mañana mismo el crédito suficiente para poner en pie de guerra todo el contingente preciso para conjurar, con rapidez y rudeza, la tempestad de pasiones desenfrenadas que unos cuantos criminales y colaboradores del crimen han desencadenado sobre Cuba, que no podía esperar tan insólita y torpe agresión.

He de armar y organizar excepcional e inmediatamente al país para su propia defensa. No tanto como en el ejercicio de un derecho, cuanto en cumplimiento de un deber, cada cual debe disputarse la satisfacción patriótica de ser de los primeros en formar parte de la legión de honor que libre a la república del bárbaro atentado que se le hace por los que dan testimonio de no detenerse ante lo que es más digno de reverencia y veneración. A la agresión asoladora y disolvente opondrá el gobierno la acción del país organizado, que marchará denodada y virilmente a restablecer la paz, sin escatimar esfuerzo alguno, en aras de la salvación de la República y del decoro nacional.

Para el honor y para la gloria de esta empresa no hay grandes peligros ya que el enemigo se mueve entre la espesura de los bosques actuando por sorpresa, esquivando los combates pero aunque los hubiera, este pueblo digno y heroico que no sabe tolerar ultrajes a su honra, ahora como siempre y ahora más que nunca los arrostraría con la impetuosa serenidad de los que en los campos de Cuba, entre escombros humeantes, con su propia sangre tiñeron las franjas y el triángulo de la bandera de la patria.»

Habana, 6 de junio de 1912
José Miguel Gómez»

 

 

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