Te creo hermana. Cuenta conmigo


Por Sandra Milena Arizabaleta

Creo que pocas mujeres han tenido una relación de amistad con un hombre, tan bella como la que viví hace años.

Tenía un amigo, que era como un hermano. Estaba a mi lado, me apoyaba, protegía y me recordaba siempre lo inteligente, valiosa, importante y bella que era.

Cuando salíamos de fiesta, me divertía aconsejándome no recibir licor a cualquiera, le advertía a los que se me acercaban que yo era especial y que él estaba cuidándome.

Recuerdo que una ocasión vio que estaba un poco alicorada y que un tipo estaba muy canson, entonces; llegó como mi héroe y mi salvo del patán. Dijo que los hombres que no saben respetar son unos animales.

Cuando le conté que me sentía atraída por mujeres, me apoyó. O sea, fue la primera persona que me dijo: eres lo mejor del mundo y la mujer que ames, será privilegiada. Literalmente no caminaba gracias a él. Yo sólo levitaba.

Por eso, cuando la novia dé años que él “tenía” me dijo: Gustavo me maltrata. No creí. Era imposible. Ella estaría herida, celosa o loca! Nada tenía sentido. YO NO LE CREÍ!!!

Apoyé a mi amigo, al hombre maravilloso que varías noches me cuido la borrachera, el que se agarró a golpes para defender “mi honra” el que me aceptaba y quería. El que proclamaba que las mujeres de su vida eran increíbles.

Y es que ¿cómo podría alguien tan maravilloso hacer algo tan horrible, cómo quien defendió a sus amigas de parejas maltratadoras, podría ser un maltratador?

Aún recuerdo con dolor él momento en que lo vi golpearla. Mi cuerpo se congeló, mi cerebro no lograba aceptarlo. Y no fue un acto de “locura” ese ser era Gustavo.

Gustavo, mi Gustavo maravilloso estaba ahí; golpeando a una mujer, a una hermana, a una persona a quien yo no le creí.

Su “explicación”, ella era bruta, fea, loca … él la padecía. Si tan solo no fuera tan básica, si fuera un poquitín más como sus amigas, más como yo me dijo.

Días después, cuando ella aceptó verme, yo no sabía que decir, estaba aterrada viendo los moretones y recordando la horrible escena. Ella sí hablo, me dijo que los golpes dolían, pero dolía aún más el silencio cómplice de otras mujeres, dolía que su palabra no se creyera, dolía ser mujer víctima también de otras mujeres.

Entonces, llorando pedí perdón, no cambiaría su dolor, pero asumia mi culpa y egoístamente liberaba un poco mi conciencia.

Gustavo… me explicó, me lloró, me pidió ayuda y esta vez supe a quien DEBÍA apoyar!

No volvimos ha hablar, fui actriz principal en la visibilización de sus faltas y exigí públicamente las sanciones legales y morales que él merecía.

De vez en cuando lo veo, sigue repitiendo por ahí que soy maravillosa y hasta me perdona por ser dura con él.

Ella, continúa rehaciéndose, empoderandose y creo que ya no reprocha mi triste actuación en todo esto. Una vez me dijo medio embroma medioserio; “la próxima vez que una mujer te pida ayuda, no té hagas la marica. Escúchala con el corazón y el cerebro”.

Hoy, cada vez que escucho del maltrato a una mujer, sufro. Recuerdo ese instante horrible cuando mi maravilloso Gustavo, mostró su verdadera cara.

Que el pacto tácito de silencio termine también entre nosotras. Ese hombre “maravilloso” que conocemos como familiar, amigo, compañero de trabajo y luchas, puede ser la pesadilla de otras mujeres, y nuestro DEBER no puedo ser pospuesto mientras seguimos soñando que a nuestro lado está un hombre diferente.

Ahora no me empiecen con el “no son todos” y que generalizar está fuera de lugar. Aquí escribo sobre una verdad que no pertenece de manera exclusiva, retrato una realidad de muchas…

#TeCreoHermana
#CuentaConmigo

Foto: Dani Vázquez

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