El sexismo y la misoginia de los académicos afrodescendientes

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Por Esther Pineda

El movimiento negro/afrodescendiente se constituyó y organizó con el propósito de visibilizar la violencia colonial contra las comunidades africanas y sus descendientes en la diáspora, denunciar y actuar ante las múltiples y sistemáticas formas de discriminación racial existentes en nuestras sociedades contemporáneas, rescatar la herencia africana ante el continuo asedio de la supremacía blanca y, promover el autorreconocimiento étnico; sin embargo, para nadie es un secreto que el movimiento negro/afrodescendiente se ha caracterizado desde sus inicios por su sexismo y misoginia.

El movimiento negro/afrodescendiente si bien durante décadas se ha nutrido del esfuerzo, movilización, teorización y acción de las mujeres negras y afrodescendientes, poco se ha preocupado por su situación social y por la triple opresión (sexo, raza y clase) que estas mujeres experimentan; quienes se encuentran expuestas a diversas formas de discriminación y victimación por el hecho de ser mujeres pero también por ser afrodescendientes (lo cual las coloca en condición de mayor vulnerabilidad con respecto al grupo de mujeres víctimas del sexismo patriarcal pero no racializadas y de los hombres racializados pero no sexualizados).

En el pasado y aún en la actualidad, este movimiento ha estado monopolizado por los hombres negros y afrodescendientes; son ellos quienes detentan el poder en los espacios académicos, políticos y de activismo, quienes monopolizan el prestigio y los recursos, quienes publican papers, libros y coordinan antologías, quienes dictan conferencias magistrales, quienes deciden quienes formarán parte de sus simposios e integrarán sus paneles de discusión; y son ellos quienes coordinan cátedras en las universidades más prestigiosas del mundo pues, aunque en su discurso repiten hasta el cansancio “pachamama”, “babylon” y “antimperialismo”, detentan sus posiciones principalmente allí, en los predios del segregacionista Estados Unidos y de la colonialista Europa que tanto desdeñan.

Estos hombres racializados pero privilegiados por el patriarcado, ante las demandas de las mujeres negras organizadas les piden paciencia, siempre afirman que no es el momento, que primero debe atenderse en términos generales y colectivos la situación de las comunidades afrodescendientes y la discriminación racial, que pueden y deben esperar; en definitiva, que el problema es racial y no de género. Incluso algunas de estas respuestas se presentan de forma más agresivas y violentas, en las que se acusa a las mujeres negras y afrodescendientes de mezquinas por pensar en sus opresiones, intereses y necesidades; al mismo tiempo que se les señala por supuestamente fragmentar y dividir el movimiento negro/afrodescendiente.

Estos hombres negros y afrodescendientes son los mismos que tras una conferencia o un panel en el que participan mujeres negras y afrodescendientes académicas o activistas rápidamente se les aproximan, no para discutir su trabajo, sus aportes o la calidad de sus intervenciones, sino para cosificarlas, hipersexualizarlas, realizar acercamientos no deseados e intentar seducirlas. Algunos aprovechan estos espacios para conocer mujeres negras a las cuales posteriormente se dedican a acosar sexualmente a través de las redes sociales y otros medios de comunicación. También abundan los casos en los que estos hombres académicos y activistas negros, prestigiosos y privilegiados contactan a jóvenes mujeres académicas y activistas que se inician en dicho ámbito de estudio, trabajo o acción social, para organizar reuniones con fines de trabajo; reuniones que la más de las veces encubren otras intenciones y por lo cual generalmente son convocadas por los sujetos en cuestión en los hoteles de las ciudades donde ellos se hospedan.

Algunos de estos hombres racializados son confesos golpeadores de sus esposas y novias negras y afrodescendientes, algunos ejercen violencia psicológica y abusan de las mujeres bajo el discurso del amor afrocentrado; mientras que otros recurren a su poder para acosar a jóvenes estudiantes y utilizan sus privilegios económicos, académicos y políticos para evadir la justicia ante casos de violación perpetrados contra mujeres negras y afrodescendientes. Lamentablemente estos hechos de violencia son continuamente ignorados y encubiertos por el movimiento negro/afrodescendiente, así como, por el feminismo negro bajo el argumento de no profundizar la situación de opresión de los hombres “nuestros hermanos” ya racializados.

Por ello, es necesario desmitificar y desromantizar las masculinidades negras y afrodescendientes pues, estos hombres también ejercen múltiples formas de violencia, violación y femicidios sobre los cuerpos de las mujeres racializadas. Como ya lo he dicho en otras oportunidades, que la lucha contra el racismo no se convierta en una justificación para profundizar y solapar la violencia contra las mujeres negras; que no se convierta en excusa para encubrir y justificar hombres negros violentos, acosadores, violadores y femicidas.

Tomado de Iberoamérica Social.

2 comentarios sobre “El sexismo y la misoginia de los académicos afrodescendientes

  1. «el movimiento negro/afrodescendiente se ha caracterizado desde sus inicios por su sexismo y misoginia.» Cuando se hacen generalizaciones y afirmaciones como estas, es siempre bueno sustentarlas con datos comprobables. No digo que no sea cierto, pero confieso que para mí «era un secreto». En todo caso, creo que hay una sola forma de resolver lo que la columnista plantea con generalizaciones y «blanket statements» (literalmente «aseveraciones frazadas») que cubren mucho pero no se pueden cuestionar porque no tienen ningún soporte real: hay que denunciar los casos individualmente, exhibir a los culpables, desenmascararlos con nombre, apellido y nacionalidad; en fin, hay que ponerle una cara a todo lo que se dice para que veamos si verdaderamente existe (repito, no cuestiono su veracidad, solamente cuestiono su apropiación de ella, sin presentar la evidencia empírica).
    También hay que tener mucho cuidado con encapsular toda acción sexuada o de connotación sexual como una conducta criminal y despreciable, algunos tenemos una vida sexual activa y sana y nos gusta compartirla con otras personas, no hay nada misógeno, sexista o brutal en ello.
    En otro punto, me gustaría recordar que el movimiento negro, surgió entre los años de 1950-60 durante la mal llamada «descolonización de Africa», altamente influenciado por el pensamiento marxista de la época, que como muy bien las cubanas saben, pretendía que todo se solucionaba, modificando la estructura económica. Ese mismo razonamiento estuvo en la base de la formación de lo que se llama «movimiento negro/ afrodescendiente».
    El problema ni parte, ni termina con el supremacismo blanco. Se le da mucha relevancia a la parte de «blanco», cuando lo que realmente ha marcado la cultura cristiano occidental es la «ideología supremacista» que está en el corazón del capitalismo y … del socialismo, que forma parte de la cultura cristiano/occidental. Ya sea supremacismo blanco, negro, rojo, masculino, femenino, heterosexual, homosexual, social, económico, nacional, racial, religioso, ideológico, etc. etc., la «constante» (en el sentido que se usa en Física), lo que nunca cambia, el valor de ‘pi’ es precisamente el supremacismo. Ahí radica el problema. El movimiento negro/afrodescendiente se constituyó en torno a la idea de ganar espacios de poder, de ganárselo a los blancos europeos, pero siguen siendo espacios de poder, sin importar quién lo detente o maneje.

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  2. “Ese hombre no es tu hermano”

    Una va aprendiendo que la consciencia está también en el acto cotidiano. Tienes una duda y le preguntas al hombre blanco primero que al hombre negro, sin pensarlo. Entonces, pensándolo, comienzas un diálogo simpático con aquel hombre negro sentado en su taburete. Buenas tardes, ¿si voy a la derecha salgo a la calle principal? Sí, pero el camino está muy malo de ese lado. No puedes ir en la bicicleta. Bueno, iré a pie. Gracias. Ambos sonreímos y por un instante creo en la paz de las cosas que me rodean. A mis espaldas entonces suelta, como si me lanzara una patada, qué linda eres, te comiera toda.

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