La precarización emocional y laboral como métodos de genocidio prieto cotidianos. Microrracismos en el sureste mexicano


Por Tito Mitjans Alayón

Estoy escribiendo este ensayo con muchas emociones que no saben como salir de mi cuerpo. Reprimir mis emociones ha sido una de las experiencias más sistemáticas que he aprendido en Chiapas, a donde migré en el 2015; esconder mis sentires, mis alegrias, mis tristezas y principalmente mi rabia. Los espacios públicos están dominados por las formas de socialización blancas y heteropatriarcales por tanto, las emociones de las personas racializadas frente a los ejercicios cotidiano de racismo, clasismo, misoginía y transfobia deben ser abordados solamente a través de la amabilidad blanca, una estructura de diálogo que no reconoce los dolores del racismo.

La ira, el llanto, la compasión, la empatia, están reservadas para los cuerpos blancos y cis. Las emociones que la cultura de la blanquitud catalogó como desviadas, violentas, moralmente perversas, —como el chisme, lo intenso, la rabía, los gritos y las posturas corporales desafiantes de la autoridad blanca—, no son bienvenidas en los espacios coletos y aquellos que aspiran a serlo en San Cristóbal de las Casas, al menos no para la gente prieta y muchas veces cuando expresamos nuestros sentires fuera de la plataforma esperada, somos criminalizados y leídos socialmente como salvajes, enfermos mentales, monstruos, etc.

Por eso escribo este texto, para que salga la rabia de mi cuerpo, que la escritura sea una herramienta de sanar el racismo transfóbico cotidiano. Además Audre Lorde ya lo dijo en los ochenta: “tu silencio no te protege”, entonces es mejor no quedarme callado, otra sugerencia política de Audre Lorde.

Lo que narro es resultado de la última experiencia de racismo transfóbico que viví. Este episodio me hizo preguntarme qué herramientas emocionales tenemos las personas trans, cuirs prietas contra los actos de odio ¿Qué hacemos con todo ese odio que la gente blanca cis suelta sobre nosotrxs?

Con esta experiencia pude ver de manera explicita que la fragilidad blanca se sostiene a partir de la precarización emocional y laboral de las personas racializadas. Para mantener el orgullo blanco hay que humillar sistemáticamente a la gente negra e indígenas. Para que las voces de las personas blancas obtengan el status de incuestionables en espacios sociales y privados, hay que silenciar y mutilar las voces de la gente prieta. Para que la razon eurocéntrica se naturalice hay que patologizar las mentes, las emociones y las espiritualidades de las personas racializadas. Para que la supremacía blanca sancristóbalence se mantenga tan sana y fortalecida es necesario precarizar nuestras vidas en todos los aspectos socio-económicos y culturales.

Hace una semana di una clase en una institución de educación superior alternativa. La mayor parte de los estudiantes provenían de comunidades originarias de Chiapas, entre veinte y cuarenta años. De ellos solo era una mujer blanco-mestiza mexicana.

La clase transcurrió dinámica. La MUJER-BLANCA varias veces interrumpió mis palabras y la de sus compañeros. Además, iempre fue la primera en responder, siempre estaba lista. Rapidamente percibí que su seguridad, evidente en su gestualidad corporal, estaba conectada con la manera en que ocupaba el lugar en el aula. Este comportamiento permitido por cuatro años intuyo que también ha condicionado mucho la dinámica del resto de aula, principalmente para las personas de comunidades indígenas. Me pregunto cómo han permitido tal conducta por tanto tiempo, sin embargo quiero enfocarme en otros aspectos de esta historia.

Varios días después de que la clase tuvo lugar, se acercaron los coordinadores del programa para exponerme que la LA MUJER BLANCA del grupo me acusó de haberlo llamado «capitalista». Se gestionó un espacio para generar un diálogo y conversar sobre lo sucedido. Cuando llegué al lugar LA MUJER-BLANCA decidió en vez de dialogar, decidió echarme en cara acusaciones provenientes de su ego blanco roto. Esta MUJER BLANCA, este DEMONIO BLANCO MESTIZO CIS, exigía de mí una reparación por supuestamente llamarle capitalista.

Sin ninguna propuesta de diálogo, de generar un espacio de cuidados para ningune de los dos, sin tomar en cuenta todo el poder que encarna su cuerpo blanco cis y sus ojos verdes en un lugar como San Cristóbal de las Casas, LA MUJER BLANCA me atacó con sus palabras, con la gestualidad prepotente de su cuerpo y su fragilidad blanca.

Tranquilamente, esforzándome para que mi gestualidad no mostrase ningún estrés, le intenté exponer que no había dicho las palabras con las cuales ella me acusaba. Intenté explicarle que era posible que se sintiera intimidada por mí, ya que intenté limitar un poco su participación y así dar más espacios a las voces del alumnado proveniente de comunidades indígenas y la importancia de esto, ya que ocupar tanto espacio como lo hacía ella en su clase es racista. Apuntándome con el dedo me respondió: “ese es tu problema”

Soltó toda su frustración sobre mí, no me dio posibilidades de diálogo ninguno y como buena mujer blanca se fue en el momento que le estaba explicando su comportamiento racista.

La presencia de una mujer blanca en un espacio educativo donde es el único cuerpo blanco, mientras sus compañerxs son indígenas es un acto de control colonial, refuerza el racismo, el capitalismo y el silenciamiento de las voces no blancas.

A esta LA MUJER BLANCA CIS, de clase media, se le ha explicado en otras ocasiones sobre sus privilegios: lo que implica ser un sujeto blanco en un espacio prieto, donde las voces prietas son encarcelas, matadas, a veces solo por alzar su voz, mientras los cuerpos blancos tienen todo el respaldo del sistema para hablar, incluso en ocasiones que solo repiten un discurso que refuerza la colonialidad.

Aunque el problema no es mío, terminaron echándome en mi primer día de trabajo. Además de quedarme desempleado, me quedé con todo su enojo y mi rabia reprimida. En la noche fui a casa de una amiga, con quien me desahogué, me brindó apoyo emocional, afecto y lloré mucho. Al otro día escribí un post en Fb. Hoy continuo reflexionando sobre los efectos de los actos racistas.

Mi conciencia está tranquila, no le dije capitalista en ese momento. Ahora considero que es una persona extremadamente frágil y racista.

El activismo antirracista ha evidenciado y aboga porque las voces blancas se escuchen cada vez menos, que las personas blancas del Norte y del Sur brinden ese espacio histórico del poder del habla para que las voces racializadas tengamos una preponderancia en los espacios sociales, para que de este modo nuestras voces y nuestras emociones llenen la habitación para comenzar a descolonizar las luchas sociales comunes. Esto es un acto mínimo de reparación a la historia de la colonización euroblanca. Lo racista es capitalista, lo colonial es capitalista, de hecho la esclavitud, el racismo insititucional son las estructuras coloniales que sostienen el capitalismo. Por consiguiente, la manera en que su presencia actúa en un espacio educativo como el expuesto es, sin dudas, capitalista.

Lo peor de todo fue ver cómo los ojos de todxs estaban puestos en mí, no en LA MUJER BLANCA. La expectativa es que yo pueda controlarme y no reaccionar. Se espera que seamos las personas racializadas quienes sostengamos emocionalmente a las personas blancas. ¿Por que hay que continuar manteniendo la expectativa de que cuando vivimos RACISMO nuestra respuesta tiene que continuar siendo pasiva? Sí, nuestra presentación social ante los ojos de la gente blanca tiene que ser extremadamente sumisa y pasiva, de lo contrario es visto como violencia. Sin embargo, la rabia y el odio antinegro es tomado como una simple ignorancia. ¿Qué hago con estas emociones de rabia e impotencia frente a este episodio de odio antinegro? ¿Quién me cuida a mí de la ignorancia blanca, el orgullo blanco cuando hago trabajo antirracista? ¿Por qué la respuesta ante la exposición de un acto racista tiene que ser expulsarme y aumentar mi precariedad económica?

Así funciona la supremacía blanca en San Cristóbal de las Casas Chiapas, México. Estas son herramientas de silenciamiento y corrección antinegras y antindígenas, herramientas coloniales de terror, para callarnos, asimilarnos y someternos a las tecnologías del terror colonial en la FRONTERA SUR DE MÉXICO.

Esta gente nos está matando con armas y con toda su estructura de tortura psicológica, con nuestra precarización laboral y emocional, naturalizando el racismo en Instituciones que supuestamente son educativas, espacios seguros para las comunidades indígenas, pero ante el primer llamado de atención sobre el comportamiento racista, transfóbico que alguien del alumnado realiza y permitido por ellos, nos disciplinan a nosotrxs, a la gente prieta. Esto es otra faceta de la esclavitud, no se acabó, sólo le pusieron un nuevo nombre.

Por ello las formas en que se manifiesta la supremacía blanca en San Cristóbal me hacen sentir constantemente en la esclavitud: la Migra, el apartheid racial en la frontera Sur, el empobrecimiento, el envenamiento del agua, la COCA COLA, el silencio cómplice de la violencia blanca contra los cuerpos prietos, la amabilidad blanco-mestiza, el genocidio cotidiano de las feminidades racializadas, son algunas de sus expresiones cotidianas.

Y yo sigo desempleado.

Foto: Cortesía de Tito Mitjans Alayón

2 comentarios sobre “La precarización emocional y laboral como métodos de genocidio prieto cotidianos. Microrracismos en el sureste mexicano

  1. Siento mucho lo que te ocurrió, yo soy mexicana de la CDMX, pero si se que Chiapas es de las partes más racistas en México, no por nada en esa parte surgió el ejercito zapatista, recuerdo que yo leí „Balun Canan“ de Rosario Castellanos, ella fue chiapaneca blanca, pero sufrió discriminación de genero; además para estudiar se vino a vivir a CDMX, en ese libro se refleja el racismo de Chiapas, en específico de San Cristobal.
    Yo fui a Chiapas a finales de 2006, me molesto que el guía de las zonas arqueológicas mayas fuera un coleto (blanco), me hubiera gustado que el guía hubiera sido el descendiente de alguien que construyo esas maravillas, eso refleja que los mejores trabajos son para los blancos, en una zona por demás pobre. Además el guía como yo tengo rasgos indígenas, se paso echando indirectas como si yo no mereciera hacer uso de ciertos privilegios reservados en su mente sólo para los blancos.
    Pensaba que después de tantos años las cosas habrían cambiando, pero son igual, eso porque hace poco en una feria de artesanías de CDMX converse con un chiapaneco maya que trabajaba como guía turístico y me dijo que quería ir a Canadá a perfeccionar su inglés, el chico también hablaba maya.
    En Yucatán, que también es zona maya, si bien existe racismo no es tan marcado como en Chiapas y eso porque allá desde el siglo XIX hasta principios del XX hubo lo que se llamo guerra de castas, un levantamiento de indígenas mayas, donde mataron a muchos blancos que huyeron entre otros lugares a Chiapas, en Yucatán puedes encontrar descendientes de mayas dedicados a actividades comerciales más diversas, de hecho los mayas de Chiapas buscan oportunidades laborales en Yucatán.
    Podrías poner tu queja en el CONAPRED, que es el consejo nacional para prevenir la discriminación en México, si bien es dirigido por una mujer blanca, lo cual no me agrada porque un descendiente de europeo nunca sabrá lo que vivimos las personas de origen indígena o africano en México, creo que si está preparada en temas de discriminación, yo la he escuchado en ponencias de ferias de libros, pero bueno a veces los achichincles que trabajan en el CONAPRED no atienden bien las quejas.
    Igual y hay una doctora de origen afromexicano que se llama Mónica Moreno Figueroa, no vive en México pero luego hace talleres cuando está en el país sobre racismo, ella tal vez te podría canalizar con la organización adecuada.
    Un abrazo y disculpa a nombre de mis compatriotas cabezas huecas, yo aunque no lo parezca también desciendo de afromexicanos.

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