Tenemos una gran responsabilidad ante la sociedad. Por Antonio J. Martínez Fuentes

Tengo en mis manos el artículo de opinión de Roberto Zurbano Torres,  publicado en The New York Times el pasado 23 de marzo, que reza  textualmente en su presentación: “For Blacks in Cuba, the Revolution Hasn´t Begun”  (Para los negros cubanos, la Revolución no ha comenzado). Y da una serie de argumentos, sus argumentos, que pueden ser ampliamente analizados.

Este salió a circular dos días después de un encuentro, “Conversando sobre la Movilidad Ascendente”, que sostuvimos en la Casa del ALBA Cultural, radicada en la barriada capitalina de El Vedado. En este se relataron historias de vida de varios cubanos, y sus encuentros y desencuentros a causa del color de la piel; uno de ellos, compañero de estudios en la Universidad de La Habana, aunque de disciplinas diferentes. Después, los asistentes tuvieron la oportunidad de hablar francamente, y se vertieron  muchas ideas y propuestas, quizá algunas muy radicales en un sentido u otro. Allí, en el público, estaba Zurbano e hizo su intervención.

Con lo escrito por Roberto Zurbano Torres para el periódico The New York Times, me ha sucedido quizá lo mismo que a muchos que no lo conocemos del día a día, han sido algo sorpresivas las opiniones. Zurbano tiene todo el derecho a tener su propia opinión y expresarla. Puedo decir que no conozco quién es Zurbano —me refiero a sus pensamientos e ideas más internas—, he leído muchas cosas que ha escrito y lo he escuchado en programas radiales, televisivos, documentales, etc. y pienso que cuando hago un balance de su discurso, para mí da un saldo positivo, puedo estar o no de acuerdo con muchas de sus ideas, y en realidad es así.

Tengo ante mí otro de sus artículos: “Cuba: Doce dificultades para enfrentar al (neo) racismo o doce razones para abrir el otro debate”, publicado en el nro. 273 de la revistaUniversidad de La Habana (enero-junio, 2012), con planteamientos y propuestas diversas para debatir y estar o no de acuerdo.

De Zurbano sé que  es ensayista, crítico e investigador literario; que trabaja en Casa de las Américas como director del Fondo Editorial; que se ha especializado en literatura cubana e iberoamericana, así como en problemáticas culturales asociadas a la temática racial, y que tiene una producción literaria que, en estos momentos, no puedo calificar en su dimensión total por desconocerla.  Tampoco sé de los avatares del Zurbano, afrodescendiente o afrocubano,  para llegar hasta la posición que ocupa en el contexto nacional e internacional, no puedo explicar cómo transcurrió su “movilidad social”. Pero me atrevo y arriesgo a aventurar que es un producto de esta batalla cubana contra los demonios del racismo que se inició hace más de 50 años.

Hace relativamente poco tiempo concluimos un curso sobre Racialidad en la Cuba actual, en la Universidad de La Habana. Fue un análisis a “camisa quitada”, como solemos decir los cubanos, son testigos y partícipes los más de 60 alumnos —la mayoría negros y mulatos—,  y los numerosos conferencistas que dieron sus opiniones desde diversos campos de las ciencias sociales y biológicas.  Ahora estamos preparando una nueva edición para el próximo curso que, sin duda, será mejor.

Creo que en Cuba estamos conscientes de todo lo que nos falta por avanzar en esta materia que tiene una larga data, desde la colonia hasta hoy; y cómo, a pesar de todos los esfuerzos, aún no la hemos podido erradicar, para bochorno nuestro, como lo ha calificado nuestro presidente, y que vemos cómo —incluso hoy— se reproduce de distintas formas.

No es que responsabilicemos a la colonia y a la Cuba pre-1959 de todo lo que nos falta o de todo lo malo que no hemos podido erradicar. Tenemos que asumir responsabilidades, y lo estamos haciendo.

El Che llamó un día a que la universidad se pintara de negro, de mulato, de obrero, y hay que ver nuestras universidades el color que tienen hoy, aunque en no pocas ocasiones criticamos el hecho de que no llegan a ser lo que queremos —me incluyo dentro de los que ha escrito y hablado sobre el tema—, y queremos más rapidez, pero son procesos sociales que demandan una marcha propia, particular.

Esa Revolución sí comenzó para todos los cubanos; es cierto que falta aún mucho por hacer para “todos”: mujeres, hombres, blancos, negros, mulatos, campesinos, niños, niñas, jóvenes, ancianos, en fin para todo nuestro complejo entramado social, pero no estamos cruzados de brazos.

Ayer leí otro comentario “Are Blacks Second Class Citizens in Cuba? ( por Nadra Kareem Nittle, About.com Guide March 25, 2013), donde la afronortemaricana expresa: “The United States not only has a black president but black politicians in leadership in dozens of cities, counties and states throughout the country. While blacks face income inequality, a number of African Americans have reached middle class or even upper class status. The same can’t be said for blacks in countries such as Brazil and Cuba, where people of African descent remain overwhelmingly in the lower class Afro-Cuban publisher and editor Roberto Zurbano pointed this out in a New York Times piece called, ‘For Blacks in Cuba, the Revolution Hasn’t Begun’”.

Y concluye:  “Zurbano hopes that when Raul Castro steps down as leader in 2018, the Cuba of the future will be one in which blacks, women and other underprivileged groups achieve equality”.

Soy de los que piensa que la problemática racial cubana tiene que ser ampliamente debatida, desde  el parlamento cubano hasta nuestros barrios, sin miedo, hay que romper tabúes, quebrar silencios con un nuevo lenguaje. Lo que no hagamos nosotros lo harán nuestros detractores, no podemos perder espacios.

“Tenemos que cambiar la manera de hacer y pensar, de la gente, sobre todo de los dirigentes… desarrollar un constante intercambio y utilizar más los estados de opinión para la toma de decisiones”. Decía Yuniasky Crespo Guerrero primera secretaria de la UJC (Trabajadores, 1 de abril de 2013, pag. 2).

Todos los que estamos en esta canoa caribeña, mezcla de indoamericanos, africanos, europeos, asiáticos, tenemos una gran responsabilidad ante nuestra sociedad. Es una responsabilidad que tenemos que asumir con objetividad. Tenemos una agenda abierta para analizar, debatir, dialogar entre cubanos y con no cubanos, con respeto, con responsabilidad,  conscientes de nuestras debilidades y nuestras fortalezas, sin disolverlas en el igualitarismo pero tampoco en segregacionismos, que nos segmenten, que nos fragmenten.

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