Por NASHA AKANKE
“Yo no veo colores, veo personas” fue lo que respondió Kim Kardashian en Twitter cuando muchas de sus seguidoras le reclamaron sobre su extraña y contradictoria tendencia a “representar” mujeres negras únicamente en halloween. Esta frase también se ha convertido en la muletilla de todos en nombre de la inclusión. Pero ¿Que tiene de peligroso este tipo de discursos?
La trampa de la inclusión: Incluir, según la RAE, es “poner una cosa en el interior de otra o dentro de sus límites”, es decir, para tener los mismos derechos que los demás gozan, debemos pertenecer y adaptarnos a las formas de socialización dominantes, borrar nuestras diferencias para seguir la norma. También nos recuerda que los espacios de reivindicación que construimos y que por derecho y mérito nos pertenecen, deben ser cedidos o dados en caridad por quienes ponen las reglas (“aliados”). La inclusión se ha convertido en el camino más fácil que encontraron para quitarnos soberanía y autonomía. Estas ideas bajo el concepto neoliberal de progreso son revolucionarias, apoyan la noción de adaptabilidad, globalización y la supervivencia del mas fuerte. No? Es a lo que todo mundo aspira ahora.
Pero lo más sospechoso del concepto de inclusión es la idea generalizada de que “Todos somos iguales”. Por que no, NO LO SOMOS, y está bien.
Todos somos iguales: Todos sangramos rojo ¿Pero de quién es la sangre derramada en las calles? A quienes les prohíben la entrada a los establecimientos? A quienes para en la calle la policía? Quienes ponen los muertos y la mano de obra latinoamericana? Para responder a esas preguntas hay que identificar el problema, el racismo. El racismo es un sistema de organización socio-económica y piramidal (opresión-arriba-abajo) que justifica diferencias sociales con diferencias raciales, es decir, las personas que más cerca estén de lo blanco y heterosexual o cisgénero o clase media/alta son menos susceptibles a sufrir vulneraciones a sus derechos humanos. “Todos somos iguales” invisibiliza el hecho de que el problema no está en las diferencias, si no en el racismo que las utiliza para justificarse. “Todos somos iguales” dice que las diferencias son malas, finge que no existen para acabar con las desigualdades sociales. Borrar la racialidad y la influencia de esta en todos los aspectos de la vida, es cegarse a reconocer el lugar que la sociedad asigna a unos y a otros sujetos por la oscuridad de su piel, y niega por completo los lugares de enunciación y las acciones de resistencia que hemos construido alrededor de esa realidad. “Todos somos iguales” tiene como objetivo eludir la enfermedad para no invertir en la cura.
¿Que implica utilizar la semejanza como método de valoración social? Decir que todos somos iguales porque en el fondo todos tenemos lo mismo significa que yo, Liceth Asprilla, una mujer negra, pobre y perfiférica, merezco ser tratada como igual porque me parezco a ti en algo y no por el mero hecho de existir tal y como soy, con mis propias complejidades. Según este razonamiento, solo soy digna de respeto en caso de que me parezca a ti en algún aspecto, y todo lo que no se asemeje al epítome de lo humano es inhumano e indigno de respeto. Usar la semejanza para valorar a las personas es peligrosísimo pues pone una condición para que me vean como sujeto de derechos. La condición es que te parezcas aunque sea un poquito al colectivo dominante (es decir: blanco, cisgénero, heterosexual y de clase media/alta). Si me parezco en algo a eso, ya tengo algo salvable, algo lo suficientemente bueno como para pasar por alto todas esas maneras y formas en las que no lo soy.
Nuestro Contexto: ¿Qué herramienta se ha usado históricamente en el centro y sur americano, para borrar las diferencias raciales y con ellas sus realidades? El mestizaje. Colombia es una nación de cultura criolla y economía feudal, cuyo proyecto es presentarse ante el mundo como mestiza para manosear los privilegios que trae estar cerca de la blanquitud. El mestizaje del que hablo no es tanto la casta proveniente del español y el indígena, si no esta forma de ver y moverse en el mundo; en un contexto colonial, es la versión mas decente, limpia y aceptable de la racialidad colombiana, y como mencioné anteriormente, es lo que más se acerca a las características del modelo hegemónico. En otras palabras, el proyecto de mestizaje colombiano y todos los discursos que lo justifican es ese peligroso “Todos somos iguales” del que hemos estado hablando, es la condición que debemos cumplir para ser, es ese peligroso método de valoración humana.
Es tanto el daño que ha provocado el proyecto de mestizaje que las políticas sociales ya sean estatales o populares, pretenden dar a todos las mismas soluciones a sus problemas cuando cada ser humano camina por el mundo de forma distinta viviendo realidades distintas. Esta idea de la igualdad no se basa en la aceptación de las diferencias como algo intrínseco en el ser humano, en cambio, normaliza ciertos rasgos y estatutos a los que el resto debe adherirse. El mestizaje como representación de la latinidad, es una política socio-económica de homogenización para el control poblacional.
Instrumentalización y apropiación cultural: El valor social de lo étnico-cultural dependen del color de la piel de quién dice representarlo. No es lo mismo discriminación racial (racismo) y discriminación por cultura y etnia, estas dos solo son malas cuando están ligadas a la primera. Las trenzas que han usado las mujeres negras toda su vida no son valoradas de la misma forma cuando es kylie jenner quién las usa, sin importar que estas mujeres negras tengan antepasados blancos en su linea de tiempo. El legado étnico-cultural de las personas racialmente oscuras una vez mas se ve colonizado, enjuagado para ser aceptado, para ser incluido, y en nuestros propios espacios. Pero la historia de terror no termina allí. El cuerpo de las mujeres negras ha sido históricamente usado, el objeto sacrificable que permite a los demás salvarse o encontrarse a sí mismos; el mestizaje es una de esas cosas que impunemente puede robarse nuestro legado usando como excusa el ser iguales por dentro, mientras afuera para matarnos no nos preguntan primero si tenemos sangre española en las venas.
La necesidad de espacios seguros: Como somos el objeto sacrificable de la historia, y solo se nos puede relacionar con la entrega y la abnegación, es normal ver a la gente rasgarse las vestiduras cuando las mujeres negras quieren crear espacios negros no-mixtos. “Egoístas” y “escencialistas” es la palabra que usan (aunque racistas a la inversa ha tenido gran aceptación los últimos años). Han sido incontables los esfuerzos que han hecho las mujeres oscuras, para reivindicar esas características raciales que por siglos han sido vistas como feas e impresentables, los rasgos que no son dignos de cargar algo tan chic como las trenzas, los turbantes, las artesanías y en general todo el patrimonio étnico-cultural que hemos creado desde esos espacios de resistencia. Existe un problema de representación por falta de referentes negras que a pesar de tener el mérito y existir en cantidad, la sociedad prefiere esconder, para poner delante de ellas corporalidades mas aceptables. Para el mestizaje, igualdad es invadir unos espacios y reclamar unos derechos que per sé ya se tienen. Estas corporalidades mestizas son “iguales” a nosotras y por eso pueden representarnos, aunque todos los días la calle nos grite otra cosa.
Si entendiéramos que para ser, construir y movernos en el mundo nadie necesita parecerse al otro o tener algo del otro -dentro- como medio para surgir o sobrevivir, sabríamos que el alma si tiene color, y no tendríamos que lidiar con una generación de jóvenes cada vez más racista, elitista, machista y lgtbiqfóbica. NO, NO SOMOS IGUALES, pero eso no tiene que ser algo malo. El problema no radica en las diferencias de cada uno, sino en pretender que no existen o en demonizarlas, en lugar de verlas como algo realmente enriquecedor.
Foto: Lumieremoon