Paula Llaves: «La lucha que tenemos por delante es la de cambiar al mundo de base»


Mientras continuemos reduciendo el término feminista a su definición de la RAE, esa institución tan poco sospechosa de querernos, (movimiento que busca la igualdad entre hombres y mujeres), seguiremos perpetuando estas desigualdades.

Reducir el feminismo al cambio de sillones en las estructuras de un mundo capitalista, individualista, acaparador, globalizado, y explotador, donde las personas se clasifican en consumidores y consumidos y tiene menos problemas para cruzar la frontera un puñado de coltan que un ser humano, es mismo perro con distinto collar.

El feminismo ha de plantearse desde un cuestionamiento no sólo del sexo/género sino de todos los valores asociados a esta forma de mirar el mundo. Las gafas «violetas» no pueden ser útiles si simplemente se ciñen a analizar nuestras opresiones individuales o a las colecciones puntuales de los relatos ajenos como alimento narcótico de nuestro propio sesgo de confirmación a través del monto y la palmadita digital.

El cambio ha de ser desde la raíz más profunda de la comprensión. Ha de basarse en un cambio radical en el análisis de nuestro conjunto de saberes, nuestro modo de relacionarnos y nuestras estructuras de pensamiento.

En un mundo que se estructura en base al κακός y al καλός, en dos columnas diferenciadas que determinan cuál de las dos ha nacido para ser esclava y cuál para ser amo, no puede caber un espacio al desplazamiento sin derribar esa frontera basada en abstracciones perpetuadas a lo largo de la historia de la deshumanización de lo humano.

Si en el movimiento feminista no se puede hablar del sufrimiento de la opresión racista, de la explotación de clase, de la ley de extranjeros, del trabajo infrarremunerado, de todos los otros conflictos derivados de esta estructura en la que nos encontramos, si también las que nacimos mujeres pero no sólo, entonces no estamos hablando de feminismo. De nada sirve cambiar un tirano por otro.

La lucha que tenemos por delante es la de cambiar al mundo de base. Queremos erradicar los puestos de mando, no cambiarlos de comandantes. Es una cosa mucho más sería que simplemente admitir a mujeres en puestos de poder siempre y cuando quepan en el traje que durante milenios les han hecho.

El feminismo no puede admitir como agentes de su movimiento a «La Dama de Hierro», Condolezza Rice o Esperanza Aguirre. Porque el feminismo no va de porcentajes de testosterona ni de gónadas, va de la aniquilación de la injusticia social sea cual fuere su manifestación.

Foto de portada: Luis Quintero.

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