Descréditos, falsos elogios, revictimización y punición son alimento para la estructura racista


Por Yarlenis Mestre Malfran

Años´90, Escuela Vocacional de Santiago de Cuba (más conocida por IPVCE “Antonio Maceo”). En plena adolescencia me veo en la zona de la escuela donde la gente “apretaba” (lo que consigo recordar porque mi sabio inconsciente no me permite recuperar estas memorias en su totalidad). No sé cómo llegué allí, la cosa es que llegué. Era de noche. El muchacho blanco de la escuela que más se reía de todos, y de mí, estaba allí. Curiosamente en ese momento no me llamó de fea como acostumbraba a hacerlo a la luz pública en los pasillos de la escuela. Allí, me convidó sin ninguna amabilidad a estar con él. Claro, hoy, después de muchas lecturas feministas antirracistas y decoloniales, solo hoy puedo entender que en su cabeza de hombre y blanco yo, un cuerpo desvalorizado, debía sentirme “elogiada” con su invitación. Miren lo perverso que es el racismo, que se reviste de elogio en la cabeza del racista. Una fetichización supuestamente positiva que es en verdad una expresión de la persistencia de lógicas coloniales. En la cabeza de los colonizadores “civilizar a los pueblos salvajes” era algo que lxs colonizadxs debían agradecer, una ofrenda que ellos “seres superiores” estarían dando. En la cabeza de los racistas, la apropiación de nuestros cuerpos sería un favor que tendríamos que agradecer. Las lógicas coloniales tienen como sello distintivo el posicionarse y pensarse como autorreferencia del mundo mundial. Inmunda colonización. Este cuerpo negro que era/soy yo, podía hasta ser deseado en la oscuridad de aquel lugar recóndito de la escuela, pero ese deseo no podía ser admitido a la luz pública. El tipo me dio una cañona. Años después, en sesión de psicoanálisis conseguí llamar las cosas por su nombre. No fue cañona, fue violación. Peor que eso (si es que puede haber algo peor que semejante vejación). Recuerdo que tuve el coraje de contarle a la psicopedagoga de la escuela lo que había sucedido. La psicopedagoga convocó a mi mejor amiga a una sesión, y entre otras cosas le preguntó: ¿cómo era yo? No basta no ser racista, es preciso ser antirracista, antisexista, practicar la sororidad y no sé cuántas cosas más. O sea, al parecer, desde su entendimiento, habría alguna “característica de mi personalidad” que precisaba ser verificada a través de terceras personas, para darle legitimidad o no, a mi relato. Hasta hoy estoy aguardando un retorno de la psicopedagoga. Al parecer concluyó, por alguna razón que (des)conozco, que lo que me pasó estaba justificado o yo lo merecía. No me llamó más a consulta. El racismo se alimenta del descrédito. Y el descrédito desgasta. Todas las veces que intenté apuntar a otrxs actitudes racistas, se instauró la duda, el descrédito, la revictimización (¡¡¡¡tú también discriminas!!!! una tentativa de simetría de opresiones que es ilógica y perversa) y hasta la punición. Y no es que yo haya lidiado siempre tranquilamente con el racismo. No es que yo no haya querido imponer “mi verdad”, de tan obvia que es para mí. Si la trato de imponer es porque ella es continuamente sometida a descrédito, sospecha y a la contra-argumentación de “voces autorizadas”: ya sabemos, voces blancas y hasta feministas. Y no es que yo misma no haya desvalorizado ciertos cuerpos, pero de ahí a tener poder estructural para revertir posiciones de privilegio hay un abismo. Tampoco me sustraigo del ejercicio crítico y honesto de repensarme, pedir disculpas cuando sea necesario y avanzar. Ninguna de mis agresiones y discriminaciones (sí, yo también he discriminado, a veces para sentirme menos mal con quien me dejó en la mierda, a veces no) cambia situaciones estructurales de privilegios blancos y de clase, por citar apenas algunos de ellos. Piensen si por yo decirle a alguien que tiene menos culo que yo, (si esa alguien es blanca) eso la coloca en una situación estructural desventajosa. Qué hombre me va a preferir a mi antes que, a ella, inclusive ella sin culo y/o con celulitis. Eso tampoco hace menos peores a mis discriminaciones, así que me toca reverlas. Al final, la maldita comparación es un vicio colonial también. Comparar para imponer a unos sobre un montón de otres.

No dejen de leer, si pueden, un texto de Djamila Ribeiro, filósofa y feminista brasileña, en el que ella aborda el asunto. El título del texto es: Hablar de racismo reverso es como creer en unicornios y aparece en su libro Quem tem medo do Feminismo Negro? Eso me lo enseñan a diario las feministas negras, tan lúcidas ellas. Hoy admito que el camino del debate en las redes o a nivel individual es muchas veces desgastante psíquicamente. Lo que menos hay es debate. Nadie gana absolutamente nada. No pretendo una tentativa hipócrita de justificación, pues como dijo Fanon en Piel negra, máscaras blancas, la descolonización es un proceso violento. No tiene como ocurrir en el confort. ¿No es confortable para lxs que son apuntadxs como racistas? Entonces imagine por un solo instante para quienes tenemos que lidiar con el racismo que nos estructuró, que se actualiza en forma de fetichización “positiva” y con los egos lastimados de quien no se quiere ver en ese lugar. El colonizador que habita en muchxs no quiere (re)conocerse. Reconocer su racismo es demasiado pedir para sus egos coloniales, para sus múltiples posiciones de privilegio. Es mejor, mucho mejor proyectar la culpa en (nos)otras y punir, siempre punir. Construir a la feminista negra como conflictiva es fácil, muy fácil. Esta es una manera óptima de seguir alimentando esa estructura racista, sexista, machista. Y todavía hay quien duda de la necesidad de una Ley contra la Violencia de Género en Cuba. Yo no deposito todas mis esperanzas en una Ley, porque creo que, junto con ella, cada unx de nosotres tiene que tener el coraje suficiente de hacer el ejercicio de (re)conocerse: yo misma, el tipo que me violó, la psicopedagoga, las mujeres blancas que se colocan como voces autorizadas de lo que ellas mismas no han vivido y no consiguen ni de lejos imaginar, los machos punitivistas, las feministas que antes de practicar la sororidad, optan por los pactos narcisistas con los machos y otras privilegiadas. Nada de eso lo va a cubrir una Ley. Cada unx tiene que hacer su trabajo.

Foto: Daria Shevtsova

 

Un comentario en “Descréditos, falsos elogios, revictimización y punición son alimento para la estructura racista

  1. Hola, estoy haciendo un estudio para universidad sobre Oshun como conocimiento transnacional feminista (sobre todo en el hemisferio Americano). Pero me pregunto, como pueden mujeres blancas del caribe, por ejemplo, valorar y seguir las enseñanzas de Oshun sin caer en apropiación cultural? Gracias.

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